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martes, 16 de noviembre de 2010

La ficción como inspiración



Pixote hace recordar a Zé Pequeno. Pero al enfrentar sus historias, caemos en la cuenta de que la inversión del espejo es el nexo de ese recuerdo. Zé Pequeno, el niño pistolero que en los setenta marcó su territorio en la favela carioca Cidade de Deus, es narrado como evocación en la película del mismo nombre. Pero Pixote, nacido personaje de ficción y tan parecido en algún aspecto al de Cidade de Deus (en el de la niñez, en el de la pobreza, en el del clima de violencia que los rodea), emergió del celuloide en la forma de su actor para tomar ese relato y hacerlo propio.

El niño que encarna a Pixote en el film homónimo de Héctor Babenco (Pixote. A lei do mais fraco, 1981) parece haber representado involuntariamente en la realidad lo que la película enunciaba sobre el vértigo de la infancia en las favelas brasileñas. Tal como Don Quijote actuó a conciencia (una conciencia fuera de los límites de la cordura, podría argüir un trasnochado positivista), representando en su vida las aventuras con las que se topaban los personajes de los libros de caballería que leía. Pero a diferencia de lo que fue a conciencia en el hidalgo caballero de La Mancha, el desciframiento del mundo que Pixote buscaba sin saberlo o aun sin buscarlo -la vivencia del hecho representado en la película-, la iba a encontrar en su propia muerte.

Fernando da Silva Ramos, el joven que continuó la puesta en escena de su personaje célebre en la realidad, luego de saborear de un día para el otro la fama y la frustración que el star system le tenía preparado, murió baleado por la policía paulista en agosto de 1987, a sus 19 años. La nota que informó sobre el hecho en la sección Policiales fue como tantas otras que, en cualquier país latinoamericano, ayer y hoy, es el fundamento dinosaurio para que los propietarios de la seguridad agiten una baja en la edad de imputabilidad. Y para quienes este film no es más que propaganda garantista que muestra "la humanidad" de niños delincuentes. De hecho, la frase sobre la que se cimienta el film Pixote es "El hombre es bueno por naturaleza... la sociedad lo corrompe".

Da Silva, como el Quijote, es el otro que la sociedad contempla, de refilón, cómo hace equilibrio en la medianera que separa lo tolerable y lo visible de la impuesta marginalidad. Ya sea por su locura o por su inclinación delictiva ante la carencia de otro sustento, según las épocas y sus regímenes de visibilidad y decibilidad particulares. Los molinos de viento giran sobre su eje: pasan a ser la metáfora de la espalda que la sociedad entorna a estos personajes que malabarean en los límites de lo visible; y a veces ellos mismos se manifiestan como alucinación, como una nueva representación alienada y peligrosa que la sociedad fabrica y manipula a su conveniencia. Mientras que estos personajes no fueron más que en busca de sus mundos paralelos con la esperanza de encontrar una iluminación; guiados por esas representaciones que depositaron su ilusión en un resquicio de lo Real.

viernes, 6 de noviembre de 2009

A toda la cuadrilla

Pablo amaba platónicamente a Dora, quien no le daba ni la mano para saludarlo porque no le gustaba, o bien porque lo consideraba feo sin atenuantes. Una noche de carnaval drogona, máscara mediante, Pablo engatusó a Dora y la amó sádicamente. Y Dora flasheó. Es más, cuando luego se enteró que su co-cogito había sido Pablo, tuvo un click positivo en su percepción sobre él. No puntualmente por el encuentro sexual, sino por una sensación de bienestar inexplicable a su lado. Pero Pablo, esa misma noche también amó a Carlos y a Lía perlongherianamente. Y por el extático desenvolvimiento catrero de éstos, ya no volvió a pensar en Dora. Pero tampoco en Carlos ni en Lía: buscó renovar su amor carnal con otros cuerpos, olvidado de los devaneos e ilusiones de una vida eterna junto a Dora. Ella, mientras tanto, quiso volver atrás el tiempo para aprovechar el momento de rendición, esa hilacha que Pablo había mostrado sin pudor. Pero Pablo, en otro estrato, ya no disfrutaba siquiera de la ensalada corpórea: cayó en la cuenta de que ningún culo le venía bien; o bien, que quería el culo que no tenía, en una especie de torbellino de deseo ajeno eterno. Mientras tanto, Dora comenzó a idealizar con fiebre a Pablo. Qué clavito clavó Pablito.

***

Carlos amava Dora que amava Lia que amava Léa que amava Paulo
Que amava Juca que amava Dora que amava Carlos que amava Dora
Que amava Rita que amava Dito que amava Rita que amava Dito que amava Rita que amava
Carlos amava Dora que amava Pedro que amava tanto que amava
a filha que amava Carlos que amava Dora que amava toda a quadrilha


jueves, 20 de noviembre de 2008

Secos & Molhados

Un cuerpo felino de cuero repujado y maquillado a lo kabuki se bambolea en el escenario. Desde esa figura estilizada y andrógina brota una voz, no menos ambigua ni menos armónica. Cuerpo y voz son uno o una, según el caso. Y desde un tema beat eléctrico hasta una balada acústica, el lirismo-contorneo de esa voz-cuerpo se fusiona con quien la oye o quien lo ve, en una comunión musical que no necesita decodificación.

Ney Matogrosso, antes de Freddie Mercury, antes de Kiss, pero después de Bowie, del tropicalismo y Os Mutantes, fue el pilar de Secos & Molhados durante los dos años apoteóticos de la banda brasileña formada en 1971 por João Ricardo. En su corta vida, el grupo sacó dos discos, Secos & Molhados, de 1973, y Secos & Molhados II, de 1974, en los que João Ricardo musicalizó varios poemas de autores como Vinícius de Moraes, Fernando Pessoa, Julio Cortázar, Oswald de Andrade, y Matogrosso los recitó melódicamente, con un registro que iba del grave libidinoso hasta el falsete soprano.



Tal vez lo más sorprendente de la banda paulista haya sido su repentina masividad mercantil que la llevó a batir todos los records de ventas con su primer disco. Hasta se cuenta que la discográfica tuvo que retirar del mercado y derretir otros discos de vinilo para reeditar los de Secos & Molhados. La tapa de ese primer disco muestra las cabezas de los integrantes de la banda servidas en bandeja, en clara alusión al movimiento antropofágico modernista y tropicalista de la vanguardia brasileña. Brasil, glam, beat, poesía, dark, música acústica, Ney, trova, hippismo, setentas, antropofagia, dictadura, masividad. Una ecuación incierta.

Chingui chingui con guitarras podridas, una cuerda de violines tapando un sintetizador, composiciones clásicas con piano y guitarra, un acordeón y una flauta traversa, alguna batería, cada tanto un bajo. Los estilos son múltiples y casi no se mezclan, como lo indica el título del último tema, Toada & Rock & Mano & Tango & Etc. Pero siempre por delante, un cuerpo extravagante pone la voz, una voz envolvente pone el cuerpo. Una pluma o una rosa sirven de extensión a ese cuerpo en tránsito, mutante; y esos objetos se inscriben en el cuerpo, como en una gramática perlongheriana.



En esos dos discos, resaltan letras como Rosa de Hiroshima, de Vinícius, con las que la banda sienta su posición política. A través de una estética de cuerpos mutantes y anulados, de floras ajadas y cirróticas, la poesía de Vinícius se dirige al mundo con versos fotográficos, con imágenes apalabradas del horror: Pensem nas crianças mudas, telepáticas / Pensem nas meninas cegas, inexatas / Pensem nas mulheres rotas, alteradas / Pensem nas feridas como rosas cálidas / Mais oh! Não se esqueçam da rosa, da rosa / Da rosa de Hiroshima, a rosa hereditária / A rosa radioativa, estúpida e inválida / A rosa com cirrose a anti-rosa atômica / Sem cor, sem perfume, sem rosa, sem nada.

O Tercer Mundo, fragmento de "La Prosa del Observatorio", de Cortázar, en una versión pseudo-flamenca cantada en español. En esa letra de 1972, el escritor argentino perfila al humano posmoderno y la globalización del tercer mundo; la piel humana de la Duncan y la piel mundana de Discepolín frotándose en un baile atemporal y ubicuo: Ahí, no lejos, las anguilas laten, su inmenso pulso, su planetario giro, todo espera el ingreso en una danza que ninguna Isadora danzó nunca de este lado del mundo, tercer mundo global del hombre sin orillas, chapoteador de historia, víspera de sí mismo.

Los temas más destacados de los discos, además de los dos mencionados, son Sangue Latino, O Patrão Nosso, Fala, Flores Astrais, O Doce e o Amargo y Delírio. Muchos de estos títulos ilustran los climas de la banda, como ya dijimos, que puede debatirse alternadamente entre un rock furioso y una melodía española oscura. Pero siempre está presente el éxtasis sanguíneo, la inquietud carnal, el sonido corpóreo que, a la vez, cala el hueso como un punzón frío y deja una herida como una rosa cálida.

Ney Matogrosso se desvinculó de la banda luego del segundo disco y comenzó su carrera solista a cara descubierta, pero con la misma impronta exhibicionista, despojada e impudorosa, más mojada que seca.