Íbamos a ir a Uruguay junto con E... en avión. Lo curioso es que hacía escala en Francia. Cuando llegamos a la Galia era de tarde, y como el avión que seguía a Uruguay salía a la mañana del otro día, fuimos a pasar la noche a lo de la abuela de E..., que vivía a pocas cuadras. En el camino observamos con avidez viajera las playas francesas llenas de palmeras.
En un momento del paseo, paramos en un puesto de diarios y leímos en la tapa de uno que había graves peleas entre blancos y musulmanes, en Francia. Continuamos, y mientras caminábamos por una peatonal escuchamos en perfecto castellano:
-¡Blanca, fea!, ¡Blanca, fea!
De la muchedumbre que rodeaba la situación salió un musulmán muy enojado, quien seguramente había sido el profirente del insulto; y enseguida, una mujer triste, quien seguramente lo había recibido. Lo que nos extrañó es que todos, la mayoría de los curiosos, eran blancos y ni se inmutaron; y también nos extrañó el insulto porque la mujer estaba para chuparse los dedos.
Luego del altercado doblamos en una calle solitaria y subimos al departamento de la abuela de E... Nos recibió con regalos, aunque sin saber que íbamos a visitarla.
-Para vos, E..., un regalo. Y para vos [para mí], dos -dijo la anciana.
Le preguntamos por qué eran los regalos y nos contestó que por pascuas. E... rompió el papel de su regalo y de la rasgadura comenzó a a brotar una infinidad de muñecos que caían a borbotones, mientras que yo abrí mis regalos, pero ya no tenían importancia.
Luego llegaron varios amigos de improviso que también iban a Uruguay al otro día, por lo que decidimos dormir tres personas por cama. Pero como dormiríamos sólo cuarenta minutos, decidí irme a dar un paseo nocturno y E... y Q... me acompañaron. Recorrimos un rato el barrio y cuando volvíamos a lo de la abuela de E... vimos a unos musulmanes que nos disparaban desde la puerta de calle del edificio. Nos acercamos allí, mientras E... y Q... desenfundaban sus armas, y yo me escondí detrás de una pared. Cuando E..., Q... y los musulmanes se alejaron a los tiros un poco, salí de mi escondite, pero un musulmán me descubrió y me apuntó. E... me preguntó si tenía armas y yo le contesté gritando que no. Cuando el musulmán me iba a disparar, sonó un tiro y se desplomó antes de que pudiera gatillar; detrás, enfocando en segundo plano, encontré a la abuela de E... con una escopeta humeante, quien me dijo:
-Escuché tus gritos desde arriba.
Subimos y la abuela de E... me volvió a dar un regalo. Esta vez eran cuatro huevos de pascuas. La casa de la abuela de E... estaba en orden. Luego nos sentamos todos los que estábamos parando ahí y nos pusimos a charlar y a comer palitos y papas fritas.
25-1-98
Río de los Sauces, Córdoba.
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1 comentario:
yo en el '98 escuchaba a los backstreet...
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