Facundo Ruiz y Liliana Lukin
La velada en el Bar Los Laureles está llegando a su fin y José Luis de Rosas, alias El Malevo, recita con emoción una poesía dedicada en honor de su amigo Jorge Arrojas, en el marco del ciclo que lo homenajea a menos de un año de su muerte. No vuela una mosca. Tal vez se escabulle algún susurro. O el traqueteo del tren que pasa por el puente de Iriarte propone sin interrumpir un ritmo ferroviario a los versos que hilvanan la noche. Pero todos los fantasmas sonoros que pueden existir en un barrio atribulan a la señora que está sentada sola en una mesa del bar. Llama al silencio, dialoga con el poeta que todavía no terminó de recitar. Por qué no lo escuchan, pregunta en voz alta, casi en un grito al público que nadie ataja. Mientras, las palabras se estremecen en comunión con el cuerpo del poeta y la última de ellas se suelta como una flecha puntiaguda directo al corazón de los oyentes y desata una andanada de aplausos. Pero la señora sigue masticando indignación y dice, se dice, que ahora vienen a aplaudirlo, que por qué no lo escuchaban entonces. Finalmente se levanta de la mesa, saluda a unos conocidos y tira una copa que estalla en el piso. Su gesto involuntario marca la inauguración portuaria para un encuentro que destila arrabal y poesía a pocas cuadras del Riachuelo.
El ciclo estacional Arrojas Poesía al Sur comenzó el lunes último junto con el otoño, Día Internacional de la Poesía y de San Benito, en Los Laureles, bar notable ubicado en Iriarte y Gonçalves Díaz, barrio de Barracas, que abrió sus puertas en el año 1893. Este ciclo es un homenaje al poeta del barrio Jorge "Vino" Arrojas (1938-2010), nómade escritor de canciones que llegaron a ser interpretadas por Lolita Torres, Gal Costa y Angel Pericet, entre otros, y adoptado por Brasil entre las décadas del '70 y el '90, época en la cual frecuentó y brindó innumerables copas con Jorge Amado en su San Salvador de Bahia. La presentación del ciclo otoñal y deshojado también fue dedicada al multifacético pintor boquense Benito Quinquela Martín.
Una diversidad de poetas circuló por la mesa, algunos de organizaciones sociales y cooperativas del barrio, otros visitantes y otros del riñón más inmemorial de Barracas. Luego de la apertura de Doris Bennan, del Bar Los Laureles y organizadora junto a Marta Sacco del ciclo, leyeron Ángel Belmond, que concurre al taller de escritura La Cooperanza, colectivo social de autogestión que funciona en el Hospital Borda; Zulma Torres, integrante de La Red de Turismo Sostenible La Boca-Barracas; y Ricardo Piña, integrante de Eloísa Cartonera, cooperativa boquense, que fue respondido en contrapunto de gritos lacrimógenos por el hijo de Washington Cucurto, escritor e impulsor de esa editorial.
Más tarde, entre recitados portuarios de Fernando Pessoa y sus heterónimos a cargo de la presentadora del evento, Zulma Ducca, fue el turno del recitado histriónico y musical de Facundo Ruiz, afecto también a eso de los alter egos. Luego, la poeta Liliana Lukin leyó algunos poemas de distintas etapas de su escritura, que ya lleva treinta años y varias publicaciones, y que atravesaron tónicas de lo natural y lo erótico, lo tatuado en la corteza y lo tallado en la piel. El recital cerró con un acústico-para-bar de la cantautora Paula Maffía, artista del barrio de La Boca.
Para cerrar el programa y abrir el micrófono, Marta Sacco, una de las gestoras organizadoras del ciclo, leyó una flor del mal baudeleriana como especie de manifiesto: “!Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriáguense sin cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que quieran”. Pero claro, el axioma no había necesitado ninguna orden de partida y ya los vapores etílicos y del Riachuelo habían encontrado un punto de condensación para soltar las riendas de los presentes. Así, tomaron el micrófono los que se codearon y divagabundearon con Arrojas en los andenes de la estación Yrigoyen, en los paredones del Borda y en las mismas mesas de Los Laureles. Ese nervio de barro barraquense anónimo pero que se inscribe en un parto genuino y en un acta de nacimiento ficticio, de niño expósito condenado a la bohemia.
Mientras la luna se hinchaba un poco más y perfilaba su gatillo, las hojas leídas del otoño comenzaron a caer exhaustas, el último tren pasó buscando la próxima estación invernal y la trasnoche calurosa invitó a los bebedores de poesía a disparar hacia las calles oscuras del barrio. A arrojarse embebidos de poesía buscando un sur.
2 comentarios:
Muy bueno! Espero estar la proxima.
J
Espero también estar ahí, siempre, y embeberme con versos y ustedes.
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