miércoles, 27 de mayo de 2009

Templo del Perro

Cumbre del grunge entre los integrantes de Soundgarden y el recién salidito del horno Pearl Jam. Corre 1990 y Chris Cornell arma una banda tributo al cantante de Mother Love Bone, Andrew Wood, recientemente muerto por (como será de suponer) sobredosis de heroína. Temple of the Dog la integran, además, Matt Cameron (batero de Soundgarden y actual de Pearl Jam), Mike Mc Ready, Stone Gossard y Jeff Ament (todos de Pearl Jam y los dos últimos ex Mother Love Bone). Graban un único disco que sale en abril de 1991 -antes de Ten, el primer disco de Pearl Jam- e invitan a Eddie Vedder para Hunger Strike. Como resultado sale una clásica balada a contrapunto entre los agudos de Cornell y los graves de Vedder, con su mejor parte en la explosión final y los gritos jesuíticos del cantante de Soundgarden. El resto del disco es para chuparse los dedos con fruición libidinosa y dactilofílica. Valga una nota al pie: visto a la distancia, además de suciedad, angustia y camisas leñadoras, la imagen que vendía el grunge obligaba a pelar fachita, eh. ¡Papurris!

sábado, 9 de mayo de 2009

Siglo Rojo

El último 1º de mayo pasó sin pena ni gloria el centenario de la Semana Roja, aquella represión policial encabezada por el jefe de policía, coronel Ramón L. Falcón, que dejó un tendal de obreros muertos. En el marco de la crisis mundial de 1907, que como toda crisis comenzó ajustando los salarios de la clase trabajadora, las represiones masivas eran moneda corriente en el continente. Por ejemplo, la masacre de la escuela Santa María de Iquique, Chile, que en diciembre de 1907 dejó miles de muertos; o las huelgas violentamente sofocadas en México, que iban a confluir en el inicio de la revolución de 1910.


En Argentina, ya en 1907 se había producido una huelga de inquilinos reprimida por el recientemente nombrado Ramón Falcón. En 1909, en ocasión de conmemorar el 1° de mayo (no el 30 de abril como en la actualidad), obreros anarquistas nucleados en la F.O.R.A. se manifestaron en la plaza Lorea. A tiro de máuser, la policía dejó 12 muertos y alrededor de setenta heridos. Durante los días siguientes, los socialistas y los sindicalistas se sumaron a la huelga general y al reclamo de destitución de Falcón. En el entierro de los muertos del 1° de mayo, una multitud de 60 mil personas llevó los féretros hacia la Chacarita, y nuevamente fueron reprimidos por orden del jefe de policía. Hubo que esperar hasta noviembre de ese año para que Falcón abandonara su cargo, ya no por voluntad propia, sino por el atentado cometido por el obrero ucraniano Simon Radowitzky con una bomba casera, en la recoleta esquina de Callao y Quintana. La violencia que genera violencia: el mismo axioma que se repetiría con los responsables, entre otros hechos, de la matanza de Iquique (Silva Rennard, quien sobrevivió al atentado), de la Patagonia Trágica (Héctor Varela) y la Masacre de Trelew (Hermes Quijada).



Falcón, además, había combatido en el ejército durante la llamada conquista del desierto. Y por haber sido el fundador de la primera escuela de policía del país, fue premiado post mortem con denominaciones de pueblos, calles e instituciones con su nombre, monumentos y placas. Como la que todavía hoy se emplaza semi-oculta en la esquina donde lo mataron. Como no fue nombrado durante un gobierno de facto, a pesar de haber cometido crímenes de estado, no hay ley que permita retirar su nombre de estos espacios. Pero bueno, la violencia simbólica generará violencia simbólica. Por lo pronto, desde el sitio web Chau Ramón Falcón, un grupo de personas se propone cambiar el nombre de la segunda calle más larga de Buenos Aires, que lleva el nombre del militar.

Ramón "Ford" Falcón tuvo su papel en la literatura bajo la tecla de la olivetti de Humberto "Cacho" Costantini, en su novela De Dioses, hombrecitos y policías, escrita en 1975. Allí tal vez se plasma de la mejor manera la conexión que existe entre el apellido del coronel represor y los autos que se encargaron de simbolizar el terrorismo de estado de la última dictadura. En la novela, el dios griego Hermes busca salvar a un grupo de poetas que se juntan en una casa de Villa del Parque, y que fueron signados por el dios subterráneo Edes a morir bajo la tortura de un grupo parapolicial, como pago por la muerte del general Cáceres Monié (hecho real, sucedido en Paraná en diciembre del '75). Hermes baja a los infiernos para tener más información sobre el plan de Edes, se disfraza de militar y se encuentra a Falcón: "Y retorciéndose la guía de su negro bigote habló así el alma del ilustre Ramón Falcón. 'Sábelo, oh distinguido muerto. Hace ya casi tres semanas, el día 15 de noviembre exactamente, infalibles augures anunciaron al poderoso Edes que hoy, 3 de diciembre de 1975, elementos subversivos (seguramente algún ácrata de apellido polaco y valiéndose de una bomba de fabricación casera, casi me atrevo a vaticinar) enviarán a esta negra Mansión al excelente general Cáceres Monié, por muchísimos motivos amado por el insaciable Edes".

Un Dionisos para Radowitzky.

domingo, 3 de mayo de 2009

Domingo a la mañana

¿Existe realmente el domingo a la mañana? En los estatutos temporales aparece como un período de un día de la semana, como cualquier otro. Pero en la experiencia matinal dominguera, el flujo de irrealidad parece concentrarse como con un embudo. Como una entrada subjetiva a otra dimensión velada por el afán ordinal de todos los almanaques y relojes.

La vivencia de una mañana de domingo es tal vez lo más parecido a un recuerdo, a la evidencia de los años perdidos. La temporalidad subjetiva desborda a la del calendario en una actualización de vidas pasadas, edades de sol, memorias de cera derretida. Y en ese regreso a la cueva para el placer del descanso una claridad deformada, un aura de amanecer melancólico rodea a los objetos y a las personas; las voces y ruidos llegan con delay, en un eco que reclama el olvido instantáneo. Todo se percibe y se escurre al mismo tiempo en un estado narcótico, ya sea inducido, o bien provocado por las mismas propiedades de la luz inicial del primer día de la semana. Porque es difícil estar despierto un domingo a la mañana, y no tener desordenada la percepción. Las reacciones se limitan a la náusea que puede provocar la visión de algún gimnasta corriendo con sus auriculares y su botella de agua; de alguna paseadora con su perro; de padres y madres con sus retoños; de algún comprador de facturas, de diario, o de las pastas que se vendrán al mediodía. Y uno a punto de irse a dormir para despertar cuando esos madrugadores se preparen para la siesta.

El cuerpo flota y subsume el entorno, que deja de existir como tal. La negación de la realidad se consagra en el ritual de haber sobrevivido otra madrugada sin ayuda divina.