jueves, 30 de diciembre de 2010

Tomando en La Paz

Crónicas autobiográficas de un boliviano maldito




Borracho estaba, pero me acuerdo. Víctor Hugo Viscarra. Libros del Náufrago, 2010.


Poco se conoce de las letras bolivianas contemporáneas. Pero en estos días puede leerse por primera vez en el país a Víctor Hugo Viscarra, especie de escritor “maldito”, si consideramos que vivió en la calle 35 años de su vida, hasta su muerte por cirrosis en 2006.

El título y las fotos de tapa introducen con elocuencia a estas crónicas autobiográficas, plagadas de términos del coba argot boliviano y el aymara, que pueden cifrarse en un glosario. La lectura del libro remeda el divagar callejero enturbiado de alcohol. A través de distintas anécdotas, Viscarra, auténtico flâneur tercermundista, compone su deriva junto a la de otros personajes de las márgenes de La Paz, borrachos, locos, prostitutas y ladrones. Y hasta esboza un listado de cantinas, pensiones y cabarets a la manera de una guía turística para el vagabundo.

Viscarra expone las miserias de la vida sin techo, los peligros y los rebusques necesarios para afrontarlos. Pero la guadaña de la muerte etílica se asoma en cada esquina del libro, como una posta ineludible para los protagonistas de estas memorias, aun para el propio autor.

*Revista Veintitrés, Año 12, N° 646, 18 de noviembre de 2010.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Naïf 6 (final) - Separata y opereta

Finiquitamos la historia de la banda Naïf, que había quedado pendiente. Acá su último capítulo.

Luego del único recital en vivo de Naïf, en agosto de 2001, la banda experimentó su último cuatrimestre de existencia con un tendal de composiciones propias que expresaron la inmadurez que ensalzaba, siempre con su heterogeneidad característica. Pero lo más importante fue el ingreso del Turco Iván en la batería, instrumento que había permanecido huérfano hasta el momento. Y así quedó integrado el quinteto definitivo.

A "Día domingo", tema de Agus que completaba la trilogía diaria (junto a "Día peronista" y "Días de sol") y que terminaba de delinear la identidad tautológicamente naïf de la banda, se le sumó "Chatarra", un tema manifiesto de Lean que sólo se tocó en dos o tres ensayos, y pareció ser más una declaración de descontento sobre la música que el grupo hacía. Fede aportó "Besar el suelo", con música hecha junto a Agus, que fue sufriendo distintos cambios: un rock furioso que ascendía armónicamente al principio; un lento y fragmentado tema en la posterior ópera rock, cuando Naïf finalmente se disolvió; un tema noise cuando Fede, Agus e Iván armaron la banda Interzona al año siguiente. El otro tema de esta última etapa fue "Vida y sangre", de Luc, un hard rock a tres guitarras y exceso de acordes, que culminaba en la bola de ruido en la que los temas del grupo caían indefectible y automáticamente.

Pero las piezas ya estaban jugadas. Las diferencias musicales entre los integrantes y la autodestrucción propia de los veinte pirulos sellaron el destino de la banda. En diciembre de 2001, Naïf alcanzó el caos, en paralelo con el país. Mientras sus letras expresaban la fuga de los niños de sus casas, el arribo de la adolescencia aborrecida y la inmadurez de la adultez que comenzaban a sufrir sus integrantes, la sangre discurría por las alcantarillas de la 9 de Julio y un helicóptero se fugaba de la Rosada.

***

Un año más tarde, en 2002, Agus, Lean y Luc intentaron reagrupar la veintena de canciones de Naïf y grabarlas en formato ópera-rock. Sólo alcanzaron a registrar las versiones unplugged de "Esfera celeste / Besar el suelo" y "Días de sol", en una porta-estudio de batalla. Acá puede escucharse el primer tema, obertura de la ópera fallida: Luc en voz y guitarra; Agus en piano y coros; Lean en recitado inconcluso.



Esfera celeste (Letra: L. Agilda - Música: A. Valero)

Esfera celeste
del color de una tierra
que amanece
cielo inmóvil
que no gravita
leche de luz
que se derrama
tan intensa
sin piernas
y una sola esfera

Una atmósfera celeste
del color del día
que amanece
se recuesta
en mi espalda
celeste
casi verde
tan profundo
sin piernas
y una sola esfera


Besar el suelo (Letra: F. Grüner - Música: A. Valero)

No es nada
un instante
un minuto
hora
día
meses
años y años
sólo tiempo
todo el tiempo

***

La historia completa de Naïf en sus capítulos anteriores:

1- "Les colombes"

2- Un día peronista

3- Deconstructivismo destructivista: "Deconstrucción" y "Martillar"

4- Romanticismo evolucionista: Placodermo

5- Primer y último vivo

lunes, 29 de noviembre de 2010

Marcando la Z de la polisemia

En las derivas de sentido que albergan algunos términos, podemos llegar a encontrar naufragios de todo tipo. Pero también precisos anclajes que hacen fondo en el suelo (neo)barroso de los discursos sociales y permanecen en aparente impasibilidad. De todas formas, ninguna fijación de sentido logra ser incólume y a veces un término o un significante, como una goleta abordada por piratas, co-habita distintos sentidos que pueden estar en conflicto o no.

Si el barco en cuestión es una letra, podrá argumentarse que ésta no puede tener significado propio, por sí sola. Pero toda materialidad significa. Y en este globalimundo que pretende tener todo al alcance de la mano, los significados siguen multiplicándose sin ánimos de anquilosarse. Algo por el estilo ocurre con la letra zeta.



Las dos plazas de mayo en octubre (dos veces mayo, dos veces octubre) para protestar contra un asesinato y conmemorar una muerte, encontraron a dos multitudes con muchas diferencias políticas, pero que, como dos conjuntos de un diagrama de venn, compartieron una intersección importante (muchos asistentes estuvieron en ambas plazas). El día después de la última plaza convivían graffitis de esas dos movilizaciones pero no necesariamente eran contrapuestos. Los dos más inscriptos, de hecho, eran aquellos que dan vida a los mentados fallecidos. Mariano Ferreyra vive; Néstor Kirchner vive. Eso que Costa-Gavras en su sublime película Z quería plasmar, precisamente, con esa letra inscripta en las calles, para recordar al diputado comunista griego interpretado por Yves Montand, que fuera asesinado por grupos de choque derechistas. La zeta, última letra del alfabeto latino cuyo origen data de la Grecia antigua, donde atribuida a alguna persona muerta significaba que ésta seguía viva simbólicamente (en griego clásico, ζει o zei quiere decir “vive”). Una especie de correctivo de la omega (Ω), recluida en los panteones y cementerios, que marca el final del alfabeto griego y simboliza un poco más trágicamente el final (definitivo) del camino de la vida.



La zeta también fue utilizada para significar, en la ficción, un acto de justicia en manos de un héroe rico que tenía tristeza, como el Zorro. Ese paladín criollo que en tierras mexicanas marcaba la Z del Zorro con su espada sobre las ropas de aquellos que osaban transgredir la ley o enfrentarse en duelo con él. Lo cierto es que esas mismas tierras mexicanas hoy albergan a otro grupo de muchachotes que dejan una Z como marca corporal, pero con medios y fines completamente distintos. Y esa marca no implica ni justicia, ni mucho menos vida, sino todo lo contrario.

Los Zetas, grupo narco nacido en Tamaulipas, es uno de los tantos monstruos creados por Estados Unidos que, luego de unos años de ser funcionales a sus intereses, cobra autonomía para sembrar el terror (como sucedió también con los paramilitares colombianos, las maras centroamericanas, Al Qaeda, entre otros tantísimos). Esta organización surgió de un desprendimiento del ejército mexicano creado para combatir el levantamiento zapatista de 1994, para lo cual recibió entrenamiento de la CIA. Actualmente, ya emancipada, se pavonea de su poder y exhibicionismo morbo con una especie de necro-performance que consiste en plantar cadáveres (el poema de Perlongher quedaría chico) ejecutados por sus propios sicarios, y con la "firma de autor": una Z pintada sobre las remeras de los desafortunados, que remite directamente a su nombre pero que también rememora a la omega en toda su plenitud tanática. La vida y la muerte de la Z a la Z.

Así, México se vuelve una especie de terreno de disputa de sentido en torno a esta letra. No faltará algún nostálgico que, a 100 años de la revolución, clame un ¡viva Zapata! en clave: ZZ.

martes, 16 de noviembre de 2010

La ficción como inspiración



Pixote hace recordar a Zé Pequeno. Pero al enfrentar sus historias, caemos en la cuenta de que la inversión del espejo es el nexo de ese recuerdo. Zé Pequeno, el niño pistolero que en los setenta marcó su territorio en la favela carioca Cidade de Deus, es narrado como evocación en la película del mismo nombre. Pero Pixote, nacido personaje de ficción y tan parecido en algún aspecto al de Cidade de Deus (en el de la niñez, en el de la pobreza, en el del clima de violencia que los rodea), emergió del celuloide en la forma de su actor para tomar ese relato y hacerlo propio.

El niño que encarna a Pixote en el film homónimo de Héctor Babenco (Pixote. A lei do mais fraco, 1981) parece haber representado involuntariamente en la realidad lo que la película enunciaba sobre el vértigo de la infancia en las favelas brasileñas. Tal como Don Quijote actuó a conciencia (una conciencia fuera de los límites de la cordura, podría argüir un trasnochado positivista), representando en su vida las aventuras con las que se topaban los personajes de los libros de caballería que leía. Pero a diferencia de lo que fue a conciencia en el hidalgo caballero de La Mancha, el desciframiento del mundo que Pixote buscaba sin saberlo o aun sin buscarlo -la vivencia del hecho representado en la película-, la iba a encontrar en su propia muerte.

Fernando da Silva Ramos, el joven que continuó la puesta en escena de su personaje célebre en la realidad, luego de saborear de un día para el otro la fama y la frustración que el star system le tenía preparado, murió baleado por la policía paulista en agosto de 1987, a sus 19 años. La nota que informó sobre el hecho en la sección Policiales fue como tantas otras que, en cualquier país latinoamericano, ayer y hoy, es el fundamento dinosaurio para que los propietarios de la seguridad agiten una baja en la edad de imputabilidad. Y para quienes este film no es más que propaganda garantista que muestra "la humanidad" de niños delincuentes. De hecho, la frase sobre la que se cimienta el film Pixote es "El hombre es bueno por naturaleza... la sociedad lo corrompe".

Da Silva, como el Quijote, es el otro que la sociedad contempla, de refilón, cómo hace equilibrio en la medianera que separa lo tolerable y lo visible de la impuesta marginalidad. Ya sea por su locura o por su inclinación delictiva ante la carencia de otro sustento, según las épocas y sus regímenes de visibilidad y decibilidad particulares. Los molinos de viento giran sobre su eje: pasan a ser la metáfora de la espalda que la sociedad entorna a estos personajes que malabarean en los límites de lo visible; y a veces ellos mismos se manifiestan como alucinación, como una nueva representación alienada y peligrosa que la sociedad fabrica y manipula a su conveniencia. Mientras que estos personajes no fueron más que en busca de sus mundos paralelos con la esperanza de encontrar una iluminación; guiados por esas representaciones que depositaron su ilusión en un resquicio de lo Real.

martes, 9 de noviembre de 2010

Mundo auricular

En el mundo auricular de Maite predomina la pulsión sonora. No hay interferencias con el resto de material sensible no-audible que pugna por ser mínimamente atendido. Un auténtico mundo headphone, en su afán de reducir sílabas y alimentar la jactancia anglófona. Mundo que absorbe y ensoberbece, absorberbece más su mirada perdida, pero altiva, dentro del coche del subte plagado de cuerpos. Su cono visual se despliega al ritmo de ese sonido que nadie percibe, pero cada tanto Maite se descentra y su mundo se proyecta al peligro. Su mirada se pasea por el cuello mal afeitado del hombre que se balancea a su lado: se hunde en el pliegue de la papada, se soba de sudor hasta el ahogo y se pincha con los cardos filosos que amenazan cegarla. Pero es hábil y elude los peligros del desierto poroso. Apenas inclina un poco su cabeza y su caricia visual, imbuida en sinestesia, contaminada de una escucha enigmática, enfoca una pollera primaveral que la invita a apoltronarse y descansar un momento, a falta de otro sostén firme en la marea subterránea. Mientras tanto, el oleaje chirriante y chispeante de metal rielado queda relegado en un segundo plano sonoro, inaudible en el mundo auricular de Maite.

Pasan las estaciones, pasa la vida y Maite impasible contempla, abstraída y absorta en su audiencia, el paisaje de cuerpos concretos que salen y entran del coche como faena enlatada y liberada alternadamente. Cuerpos que se sientan y se levantan sin ruido alguno, embarcados en movimiento alguno; abarcados en mirada una, en oídos ningunos.

Toda ojos ahuecados, el mundo que la rodea se detiene. Pero alguien se pone frente a ella y parece llamarla, preguntarle, mirarla, gritarle, lamerla, insultarla. Maite se mantiene en su lugar y no dice palabra; apenas dice, con pena, silencio.

Y lo que dicen sobre ella, las palabras que la escupen y la vomitan y le cubren el cuerpo mudo de una viscosidad que chorrea su superficie transparente, es absorbido con la soberbia de quien, en su mundo auricular, en su aura ocular, sólo escucha, también, silencio.

viernes, 29 de octubre de 2010

Presentación del Mazo de Cartas


Presentamos el Mazo de Cartas con Mario Cámara y muestra de pintura y collage de Iván Elías. El viernes 5 de noviembre a las 19.30 hs. en Formosa, Delgado 1235, barrio de Colegiales.

jueves, 21 de octubre de 2010

Crónicas de época


¡Arriba las manos! Crónicas de crímenes, “filo misho” y otros cuentos del tío. Selección y prólogo de Ariela Schnirmajer. Eterna Cadencia, 2010.


Suele decirse que las modas son pasajeras. Y, para muchos, hoy la crónica está de moda. Pero los mojones previos al producto actual también ocuparon la vidriera de su época. De hecho, la crónica encontró su punto de fragua al calor de la nueva sensibilidad moderna, cultora de modas como pocas.

El título de la antología nos interpela desde ese escaparate como una invitación cifrada a la construcción discursiva del submundo criminal entre 1880 y 1930. Una serie de crónicas policiales seleccionada por Ariela Schnirmajer, donde desfilan motivos y personajes que supieron estar en boga y, en algunos casos, todavía hoy relucen el brillo de su fama. Allí se tematizan tópicos como el sensacionalismo de masas, el costado detectivesco del periodismo, los visos tragicómicos del asesinato, la estafa y el hurto y hasta sus vetas artísticas.

La perlita es un extracto de El crimen de Aguacatal (1874) de F. de Paula Muñoz, en cuyo desarrollo puede descubrirse un eslabón perdido de A sangre fría de Capote. Además, se rescatan textos de poetas como Martí y Nervo; de cronistas de culto, como J. J. de Soiza Reilly; e incluso hay lugar para la pluma policial, desollada por averiguar los códigos del lunfardo y otras prácticas de los “bajos fondos”, como la de Fray Mocho. El bonus track contemporáneo lo brinda una crónica sobre Pepita la Pistolera de Cristian Alarcón y un imperdible relato sobre la excursión a un archivo policial de Lila Caimari.

Nuestra América se dio en llamar la colección de Eterna Cadencia que dirige María Moreno y busca destacar a los precursores latinoamericanos del género. Completa la colección Cosmópolis, crónicas de viajes con selección y prólogo de Beatriz Colombi.

*Revista Veintitrés, N° 635, Año 12, 2 de septiembre de 2010.

viernes, 15 de octubre de 2010

Se viene el Mazo de cartas

Con sobrada excitación pero nulo exitismo, anunciamos la próxima publicación del libro Mazo de cartas (Novela bélica por correspondencia), de (quien ¿sirve?) Luciano Beccaria y Facundo Ruiz/Irene Sola. Editado por Santiago Arcos, tan sólo adelantamos la tapa (a partir de un collage de Iván "Turco" Elías) y el detalle del libro que figurará en la contratapa.


Desaparece un país; aparece un relato. Varios lo cuentan, pocos lo han visto. En una esquina porteña, cierta vez y en condiciones absolutamente irrelevantes, sucede lo imprevisto a la vista de todos: Beto, el país que casi todos recuerdan, se pierde y despierta una ola de búsquedas dispersas, más o menos violentas, y oportunamente televisadas, que lleva a reorganizar el mapa de alianzas cívico-militares y a instaurar el sorprendente escarceo de los malentendidos. Corresponsales especialmente enviados registran y documentan el desarrollo de acciones y razones a todas luces improbables, puesto que lo único cierto e indudable ya no es la búsqueda, sino lo que se encuentra a cada paso: peregrinos y traductores, espías y policías, poetas y boticarios, y una nutrida fauna de visitantes que operan siguiendo órdenes claras, precisas e inverificables. La guerra no es fría, sino sustituible, y los reemplazos se encadenan sin solución de continuidad en una ciudad que pretende mantener la calma desconociendo lo que, naturalmente, ocurre. Como un collar de esquirlas, libidinalmente hilado, la acción es conducida por múltiples personajes cuya voluntad, muchas veces agobiada por fuerzas que los exceden, se rebela contra poderes gnósticos, autorales y lingüísticos.

Como su nombre indica, Mazo de cartas es más que una novela epistolar: es una novela por correspondencia, es decir, una cosa que obra de acuerdo con otra. Pero es evidente: nadie usa o lee un mazo de cartas sin escoger, previamente, un juego, ciertas reglas, alguna relación entre ellas. He ahí el truco: quizás el único.

Macedonio Fernández ha dicho de esta novela, antes de que fuera escrita y por lo tanto con total objetividad y absoluto desinterés: “Arte de trabajo a la vista, es decir para lector consciente, y hecho con recursos ostensibles. De asunto mínimo, sin jerarquía de valores.”

viernes, 8 de octubre de 2010

Insinuación

Un exceso de simbolismo y significación; una metáfora de la historia: tragedia y comedia como representación. Eso es el clip de Innuendo, el tema del último disco homónimo de Queen. Porque ya de por sí, la canción es un golpe a la percepción que contradice su título: insinuación, o bien, lo que por estos pagos entenderíamos por indirecta.

Así que, empapados de sentido, sólo nos queda hacer hermenéutica libre del video clip.

Allí vemos que los autómatas se presentan como actores de la historia en un escenario trágico. No es casual que emulen al autómata de la primera Tesis de la Historia de Walter Benjamin. Esa marioneta de un ajedrecista turco con narguile, que hacía las veces del materialismo histórico, y necesitaba de un enano giboso que lo manejara desde dentro de la máquina, tal como lo relata Edgar Allan Poe en su cuento "El jugador de ajedrez de Maelzel".

Los arlequines y pierrots representan la comedia del arte, sobrevivientes de las noblezas europeas, la risa mágica, lúdica y malabarista, las máscaras de la historia. "Tú puedes ser cualquier cosa que quieras ser (...) Sé libre con tu tempo, rinde tu ego", canta un Mercury lírico.

Desde la letra, Freddie Mercury y Roger Taylor hacen una declaración de principios: seguir intentando hasta el fin de los tiempos, a pesar de las supersticiones y las falsas religiones, y mientras los desiertos tengan arena y el mar se encuentre con la tierra. En el medio, las imágenes del clip martillean con lo suyo: entremedio las guerras, las bombas atómicas y los tíos Sam, Jackson Pollock (Taylor), Leonardo Da Vinci (Mercury), Pablo Picasso (Deacon) y los aguafuertes victorianos (May) moldean las figuras de los cuatro músicos de la banda. Y al tono oscuro del tema, se le suma ese interludio flamenco a cargo de Steve Howe, guitarrista de Yes, acompañado de viejas filmaciones de danzas españolas.

Más allá del clip: tremenda banda y tremendo tema, cercano a la complejidad de Bohemian Rapsody. Sobre todo, por el puente de la batería que une el pasaje del solo y la última estrofa... ¡Por dionisos!

jueves, 30 de septiembre de 2010

El reflejo del demonio


Los diarios y formadores de opinión buscan fórmulas sencillas y directas para la difusión de ideas, o de meras consignas que serán repetidas en el ascensor y en la charla ocasional por la calle. En su nota de opinión "El gobierno decidió reescribir el Nunca Más", publicada en el diario Clarín el último 16 de septiembre, el historiador Luis Alberto Romero dice: "Marx ha escrito que la historia se repite: la primera vez en forma de tragedia y la segunda como farsa. Ojalá no se haya equivocado. Que aquello que vivimos la primera vez como tragedia sangrienta concluya, en esta segunda experiencia, como farsa. Porque los signos actuales de la intolerancia, las amenazas y agresiones, y hasta la violencia velada son cada vez más alarmantes." Y la cierra con la siguiente frase: "Cabe preguntarse quién defenderá nuestros derechos cuando lo necesitemos. Quién evitará que la farsa se convierta en tragedia."

Apenas pocos días después de haber inaugurado nuestra etiqueta de posts tragicómicos, en honor a la cita marxiana (de otro planeta), ya tenemos materia de discusión en torno a ella y sus infinitas y antojadizas interpretaciones. Claro, a pesar de que darle con un caño a personajes como Romero, de los que actualmente abundan, ya resulta aburrido y redundante. Pero nos la dejó picando.

El famoso "clima destituyente" que ventilaba el gobierno nacional hace un par de años, en pleno conflicto con los productores rurales (que para algunos era un mucho más drástico y paranoico "se viene el golpe"), ahora lo asumen algunas personas que, como Romero, están más bien identificadas con la oposición, pero invirtiendo la postura victimizante. De esta manera, pretenden ubicarse en el medio de los dos grandes actores antagonistas como terceros damnificados por esa posibilidad que, en Latinoamérica, encuentra cada vez más recreaciones que exceden el mero cuartelazo militar. Sin embargo, más bien se ubican claramente de un lado de ese conflicto que, construido como una gran tensión entre dos polos, tiende a reducirse a una pelea entre ambos bloques protagonistas que neutralizan tanto las medias tintas como las críticas y las síntesis superadoras o, al menos, humildemente propositivas.

Romero, como académico con vía libre para opinar, tiene una responsabilidad que no puede eludir. Y hacerse cargo de una afirmación es asumir la carga. Pero leída entrelíneas, la actitud del autor de la nota no es sólo de víctima, sino más cercana a una advertencia.

Igualar los niveles de violencia y represión que precedieron al golpe de 1976 es caer, precisamente, en lo que don Marx criticaba de la revolución francesa en 1848 con respecto a la referencia que sus líderes hacían sobre la de 1789. A cada nombre antiguo le correspondía uno nuevo, caricaturesco y farsante, que buscaba repetir la fórmula del éxito avalada por el imaginario social. Ese pasado en realidad ejemplificador, inspirador, motor de la historia, tal como Benjamin sostuvo en sus tesis. Pero si Romero ve una posible repetición trágica de la historia reciente, según su propio criterio estaría encarnando entonces una farsa de algunos de los varios periodistas e intelectuales que agitaron las páginas de diarios y revistas con profecías previsibles, en pleno naufragio institucional capitaneado por Isabel Perón.

Rememorar esa tragedia isabelina en la nota aludida tiene motivos muy claros. Además de abonar a la teoría de los dos demonios, la cual pone en un mismo pie de igualdad a los atentados guerrilleros con el terrorismo de estado. Esa especie de bi-teísmo, o bi-demonismo; o mejor aún, de bi-leviatanismo. Porque el Leviatán de Hobbes como metáfora del Estado, ese monstruo, ese diablo o dios, que es lo mismo, reúne todas las voluntades individuales que concurren en un pacto social, del cual él es el propio árbitro. Y ante un incumplimiento o atropello, tan común en su calidad actual, más posmoderna, de máquina, alienta el resquebrajamiento y la rebelión. La represión desmedida de la última dictadura respondió al mandato por el cual todo estado ejerce el monopolio de la violencia. Las anteriores dictaduras y gobiernos parapoliciales ya habían preparado el terreno para que, directa o indirectamente, la espiral de violencia social, la famosa violencia de abajo, levantara polvo. Es cierto que la violencia popular organizada muchas veces provoca víctimas civiles no involucradas directamente en el conflicto, pero esa lucha deberá atenerse a las reglas del tablero en el que se desarrolla, es decir, al estado de derecho o hecho que sólo maneja el único Leviatán existente con sus códigos penales y su poder punitivo.

La respuesta a su última pregunta, digna del Chapulín Colorado, bien la sabe Romero: a él lo defenderá ese demonio, duplicado en una repetición farsante y fantasmática. Y que tal vez sea la de su propio reflejo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Varietales recomienda Varietal

El próximo martes 28 de septiembre a las 20 hs. en el Roxy (Niceto Vega 5542) se presentará el Quinteto Varietal, joven conjunto tanguero que zarandea sus camisas tintas (como la tipografía de este humilde blog) al ritmo del 2x4. Como espacio pluralmente homónimo, recomendamos este recital que se avecina como una buena ocasión para dejarse envolver por la proxemia de fueye, madera, voz y baile que propone el Quinteto Varietal, y para regocijarse con sus taninos piazzolescos, salganianos y pugliesescos.



viernes, 3 de septiembre de 2010

Argumentos globalizados

En la crónica de Ryszard Kapuscinski "El parlamento de Tanganica debate pensiones alimentarias", el periodista polaco confrontaba los discursos de distintos diputados sobre un proyecto de ley de 1963 que otorgaba un subsidio a los "hijos ilegítimos" (es decir, de madre soltera, lo cual estaba muy extendido por costumbres tribales del África oriental) en el actual territorio de Tanzania. Uno de ellos nos interesa a fines comparativos: "El diputado P. Mbogo ([región de] Mpanda) expresó la opinión de que la ley de pensiones hará crecer la prostitución en el país. 'Las muchachas querrán tener el mayor número posible de hijos ilegítimos a fin de poder ganar un dinero para gastárselo en cosméticos. Estas muchachas serán como los países subdesarrollados: habrá que invertir en ellas'".

De este lado del charco y la historia, el senador radical por Mendoza Ernesto Sanz manifestó acerca de la ya consumada ley que subsidia a niños y niñas de familias con bajos recursos, en una entrevista radial: "Desde el momento en que se implementó el Programa de Asignación Universal por Hijo, los datos marcan que lo que se venía gastando en juego y en droga ha tenido un crecimiento. No lo veo yo, lo ven los analistas".

***

Con este post inauguramos una etiqueta que será recurrente en este espacio, siendo que referirá a la archicitada apertura de El 18 Brumario de Marx, acerca de que los hechos y personajes de la historia acontecen como tragedia para luego repetirse como comedia. En este caso lo hacemos con dos argumentos opositores a medidas asistencialistas del Estado que, separadas en el tiempo y en el espacio, se revelan ambas como tragicómicas. Sin entrar en la discusión sobre la tensión entre las políticas asistencialistas y las necesidades urgentes de las poblaciones más vulneradas, apenas queremos poner una tilde o una diéresis en los tonos argumentales que pueden repetirse a lo largo de la historia, como si fueran dos fotos de parecidos. Sin más comentarios.

viernes, 27 de agosto de 2010

Tiempo de gitanos



Las nomenclaturas del escalafón estatal siempre transparentan, además de los tipos de políticas sobre determinada materia que enarbolan los gobiernos, simples y crudas ideologías. No sólo desde la ficción, como el Ministerio de la Verdad de 1984, de Orwell; o el policial Ministerio de la Sustancia del Mazo de Cartas que se avecina. Sino también acá a pasitos: lo que en la Ciudad de Buenos Aires fue el Ministerio de Derechos Humanos y Sociales fue reducido por el macrismo a Subsecretaría; y al Ministerio de Justicia se le agregó el tranquilizante Seguridad.

El caso del Ministerio francés de Inmigración e Identidad Nacional es mucho más elocuente. A falta de un Le Pen, ya no hay guardapolvo blanco para ficcionar un aparejamiento, sino exigencia de eliminar el chador; ya no hay trenes a Auschwitz, sino aviones de alquiler a Bucarest y Sofía. Los afortunados viajeros no son ni Cioran ni Ionesco ni Eliade, que al menos podían presentar cartas de origen amoroso común en una lengua romance como el rumano. El pueblo gitano trasciende la balcanización de las naciones. Ni rumanos ni búlgaros, como los denominan las autoridades francesas para evitar ser tildados de xenófobos; ni mucho menos pasibles de ser afrancesables. Porque la identidad nacional se autoexcluye de la inmigración (un programa Patria Grande, a pesar de sus falencias, aunque sea demuestra una voluntad más integradora, o bien integrable en lo diverso). Del otro lado de las negociaciones del TEG humano, como en un juego alicio de espejos deformantes, dos secretarios de Estado rumanos: uno de Integración de los gitanos y otro de Orden y Seguridad Pública. Son llamativos los cargos y las combinaciones conceptuales que proponen. Pero las pretensiones de homogeneidad se complican con los beduinos del siglo XXI. Por algo existe la solución final de la deportación por deporte. De esa manera, el continente senil prohíbe el nomadismo entre tanta civilización eurolatina asentada sobre chapas y galones de oro bruñido de óxido.

miércoles, 18 de agosto de 2010

¿Justicia hay una sola?

Un ensayito sobre la justicia comunitaria de 2006.
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El poder indígena en Latinoamérica parece renacer en los albores del siglo XXI, gracias a la organización de las comunidades y a los actos reivindicativos que le dan una mayor visibilización dentro de los Estados-Nación. Pero este resurgimiento provoca conflictos con la cultura oficial que no son fáciles de resolver.

El caso de Bolivia es ejemplar. Este año, Evo Morales se convirtió en el primer presidente de origen indígena de ese país. En el marco de una crisis económica, política y social, junto a un agravamiento del conflicto cultural entre la población indígena y la minoría occidental, Morales instauró hace tres meses una Asamblea Constituyente para la redacción de una nueva Carta Magna en 2007.

En dicha Asamblea, además de la discusión de una nueva Ley de Hidrocarburos, y entre otros debates, por primera vez se planteó la posibilidad de introducir una institución indígena, como la justicia comunitaria, dentro de la Constitución. La idea sería lograr un equilibrio con la justicia republicana, que rige desde la fundación del Estado boliviano en 1825. ¿Será posible una integración cultural de este tipo sin que se radicalicen las contradicciones?

Este choque de culturas, que en quinientos años no logró armonizarse, llegó a un nuevo punto de inflexión. Cada vez se torna más necesaria una solución para la convivencia de las comunidades originarias dentro del ámbito del Estado-Nación. Aunque también se podría pensar a la inversa, más aún si se considera la crisis global de los Estados-Nación como organización político-territorial en los últimos años, y que el 80 por ciento de la población boliviana es de origen indígena.

Las naciones aymaras, que gozan de cierta autonomía, pugnan por su independencia de los Estados boliviano y peruano, ya que el territorio que ocupan desde antes de la conquista trasciende las fronteras administrativas de ambos países. Y así como poseen su propia organización política, social y económica, también tienen una institución judicial propia, que debido a la resistencia de las comunidades andinas y a la falta de respuesta de la justicia ordinaria frente a sus reclamos específicos, se mantiene firme.

El debate sobre la justicia comunitaria volvió a ponerse sobre el tapete luego del linchamiento de los alcaldes de Ilave, Perú, y Ayo Ayo, Bolivia, por parte de pobladores aymaras, entre marzo y abril de 2004.

La violencia y el ensañamiento de los hechos generó la polémica sobre si realmente esas ejecuciones se enmarcaban dentro de la categoría de “justicia comunitaria”, o bien, si se trataban de asesinatos que debían ser juzgados por la institución judicial del sistema democrático y republicano.

El problema reside en qué sistema jurídico debe tomarse como marco, porque uno u otro arrojarían procesos y sentencias muy disímiles. Se trata de dos balanzas con distintos criterios de medida.

Desde el punto de vista occidental, esta “justicia” es vista como un desvío, como un atraso de la humanidad. Ya el hecho de que se la reconozca como un determinado tipo de justicia, esto es, con el calificativo de “comunitaria”, le da a la práctica una jerarquía secundaria frente a “la Justicia” a secas. Lo occidental siempre aparece como lo racional y lo neutral, como el grado cero. De esta manera, la justicia comunitaria se muestra como una aberración, una irracionalidad primitiva.

Pero es necesario comprender que el sistema jurídico comunitario se rige por normas consuetudinarias desde hace cientos de años. Como tal, no existe una letra que haya que respetar, sino más bien una costumbre que está grabada a hierro caliente en la vida cotidiana de las comunidades o ayllus. La comisión de delitos como el adulterio (que sólo rige para las mujeres), la sodomía o el robo merecen la pena de azotes, latigazos o el corte de cabellos, según lo determine un consejo de hombres designado para tal fin. Los casos graves pueden llegar a la pena capital, cuya ejecución a los ojos occidentales es compulsiva y extremadamente violenta (un ejemplo ficcionado puede encontrarse en la novela Raza de bronce, de Alcides Arguedas).

Los alcaldes linchados en 2004 volvieron a poner en debate los métodos de sanción y castigo utilizados por los aymaras. Además, surgió el debate sobre qué jurisdicción tiene un caso de corrupción por parte de un funcionario del Estado que administra localidades con mayoría de habitantes indígenas. Los argumentos de los comunarios justificaron la ejecución de los alcaldes en la plaza pública del pueblo, como la única salida a la parsimonia de la justicia estatal, frente a los atropellos de la autoridad.

Para lograr un principio de equilibrio, es preciso tratar este conflicto entre dos cosmovisiones que habitan el mismo territorio, no en términos maniqueístas, sino más bien dialécticos. La justicia comunitaria llegó a una instancia en la que ya no se aplica sólo al interior de la comunidad. Ahora se arroga el derecho de juzgar los atropellos de la administración estatal sobre las poblaciones originarias. Del otro lado, la justicia estatal siempre intervino en los ilícitos cometidos por comunarios, aunque a lo largo de la historia demostró incapacidad de someter a su ley a los pueblos nativos.

Ahora, con Evo Morales en la presidencia de Bolivia, el debate vuelve al primer plano. Su propuesta de institucionalizar la justicia comunitaria provocó la indignación de los medios y la opinión pública “occidental”. Pero este reconocimiento hacia los pueblos originarios tal vez le quite la esencia a la práctica milenaria misma: incluida en la Carta Magna pasa a subordinarse, en última instancia, al Estado.

miércoles, 4 de agosto de 2010

La insoportable gravedad del ser



En el poema Transmigración, Oliverio Girondo manifiesta su masmédulo deseo de ser en otras entidades exteriores al cuerpo propio. Un exceso existencial que, en lugar de ser desechado a través de una perla sudorosa o seminal, migra como un nómade okupa con toda su carga de ser hacia otro cuerpo del cual se apropia y con el cual con-vive. Un entrevero parangonable al de las palabras que, en jerga libidinal, copularon para dar a luz su libro En la Masmédula. Allí indujo transmigraciones de sentidos que se encarnaban en otros envases palabreros extraños y parían, en una especie de big bang léxico, una nueva constelación de significaciones.

Es de creer que Girondo había leído hacia oriente. Como hicieron tantos otros escritores en este enclave americano de entrecharcos. La principal vía de conocimiento del ser propuesta por la filosofía del budismo Zen es la exteriorización del interior. Según Toshihiko Isutzu, en esta experiencia el yo pierde su identidad existencial y se funde con el objeto exterior, con el cual se identifica. El mundo objetivo deja de ser tal, y la subjetividad se extiende en el universo. Algo a lo cual la filosofía existencialista occidental se aproximaría en el siglo XX, sobre todo bajo el influjo de Maurice Merleau-Ponty.

Girondo llama a su experiencia transmigración. A través de ese proceso puede existir en los objetos del exterior y comprenderlos mejor, ya siendo tierra para sentirse “penetrado de tubérculos”, ya siendo chancho “para apreciar el jamón”. Pero también habla de la existencia en el otro, más particularmente en la otra. Todo hombre no sabe qué es ser mujer por la sencilla razón de que nunca lo ha sido. Es preciso conocer transmigrando la existencia a la entidad que se quiere conocer, una especie del devenir mujer tribuneado por Deleuze y Guattari en sus Mil Mesetas. Y toda una manifestación política para estos tiempos en los que el otro o la otra dejan de ser objetos de estudio para constituirse en subjetividades autónomas y activas.

Por otro lado, al igual que lo plantea la filosofía Zen, por medio de este camino es posible conocerse a sí mismo, conocerse en tanto sujeto en armonía con los otros sujetos y las cosas que lo rodean. Según el pensamiento oriental, esto es posible una vez que se borran las fronteras entre el interior y el exterior. De esta manera, uno puede fundirse en el exterior, lo cual es el primer paso para lograr la iluminación o experiencia del satori. Esto se logra en un momento determinado pero involuntario, en el cual el espíritu es perforado por un destello de luz que lo hace consciente de su existencia y de la del resto de las cosas en una comunión inseparable. El sujeto es él mismo y a la vez es el chancho y la tierra, el caballo y las cucarachas, el abejorro y las madreselvas.


Esta inquietud abrigada por la filosofía oriental también fue descripta por otras letras plumíferas. Así, por ejemplo, el azulgrana escritor del Boedo contemporáneo y cultor del Zen Fabián Casas, en su compendio de cuentos barriales Los Lemmings, relata la experiencia de su amigo japonés Uzu, propalador del Boedismo-Zen con frases del estilo: “Antes de encontrar mi camino, yo era el camino”. O como narra el protagonista del cuento “Asterix, el encargado”, que experimenta una iluminación de papel de arroz: “No me dolían los golpes, no sentía el cuerpo. Yo era Asterix, era yo, era nadie. Y comprendí que en esa noche extraña bajo las estrellas de una barriada remota se me había otorgado el don de la invisibilidad. Y tuve satori”.

Otro exponente transmigrante de las letras fue el escritor cubano Severo Sarduy que, a propósito, se consideraba exiliado por la migración azarosa de una beca en Francia y un irse-quedando. Fuertemente influenciado por Octavio Paz, Sarduy aseveró su orientalismo con un viaje por la India y China. En sus ensayos, el satori aparece recurrentemente. Según el cubano, durante esa experiencia que puede darse en el sueño, el amor y la escritura, el yo es como una “alucinación persistente”. El satori se produce dentro de una circunscripción de lo indecible, “brusca agrimensura de lo no verbal".

Estas experiencias se vinculan a la del texto de Girondo. El autor allí accede una iluminación, a su manera, claro, cuando intenta evadirse del mecanismo de pensar, que tanto aburrimiento le produce. Busca trasladarse o transmigrarse a los objetos, animales, plantas y sujetos donde él no está. Y a partir de esa traslación puede existir en el lugar de los otros objetos, existir como un todo interior-exterior, como un ser-con heideggeriano que conlleva al éxtasis. Y lo que resalta el poeta es que lo más importante de esta experiencia es poder “encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia”. La iluminación ocurre cuando menos se la espera y justamente es ese no esperarla, esa imprevisión, lo que aumenta la sorpresa al experimentarla y lo que permite conocer el mundo con un margen más amplio.

El poema de Girondo, por otro lado, habla de la imposibilidad de “dejar de ser”, del peso de la existencia que no se puede abandonar del que habla Jean-Paul Sartre. Esta insoportable gravedad de la existencia está inscripta en Oblómov, un célebre personaje de la literatura rusa creado por Iván Goncharov, en pleno siglo XIX, de noblezas y burguesías europeas hastiadas. Oblómov rechaza toda forma de acontecimiento y busca escapar de todo movimiento, refugiándose en la soledad y en la apatía de su casa de campo. Pero ni así puede desasirse de su existencia, porque alejado de todo es cuando más siente el kilaje (o bien el tonelaje, o el gramaje) de su ser. El narrador del poema de Girondo, por su parte, escapa a la forma de pensar humana pero no para evitar la existencia como tal. Por el contrario, quiere existir en las formas de otras cosas; no rechaza el peso de la existencia, sino la existencia puramente humana. Y es posible que en estos literatos que buscaban algún tipo de iluminación, la experiencia de la escritura haya sido el cauce por el cual derramar en ósmosis su ser en la tinta o extender en transmigración su cuerpo cyborg en el teclado.

lunes, 19 de julio de 2010

Destino anzuelo

Hay tendida hacia el fondo de los seres,
un eje ultranervioso, honda plomada.
¡La hebra del destino!
César Vallejo, "Líneas" (en Los heraldos negros)

Dibujo de Federico Grüner

La tanza de la caña tiró hacia lo profundo del río negro y el pescador se sobresaltó, interrumpido su sueño por la violenta sacudida. Acababa de salir a la superficie de su conciencia luego de turbias imágenes que lo tenían como protagonista, sumergido en un mar amniótico, amnésico, y presa de un interrogante.

Tardó unos segundos en volver en sí y situarse en la aparente realidad nocturna de la Costanera Norte. En esa fracción de tiempo, miró hacia ambos costados la rambla desierta en perspectiva, para asegurarse de que ningún bromista se hubiera hecho pasar por pez. Justo cuando una nueva tensión del hilo, esta vez mucho más fuerte, lo levantó de la reposera y lo hizo caer sin reparos contra el piso. Sin terminar de reponerse ni de soltar la caña, volcado sobre las baldosas el pescador levantó la vista hacia el murallón que lo separaba del río. Así, en esa postura decúbito dorsal, observó cómo la línea salió escupida desde el agua invisible; y el anzuelo, como un frío y filoso signo de interrogación, cayó junto a sus ojos.

Agosto de 2001.-

martes, 13 de julio de 2010

Nomadismos internos

¿A dónde va un indio que no ensille, que no salte en pelos?
¿Al toldo vecino que dista cuadras? Irá a caballo.
¿Al arroyo, a la laguna, al jagüel, que están cerca
de su misma morada? Irá a caballo.
Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles

¿Dónde van los ayacuchenses cuando salen de sus casas? ¿A la farmacia, a la panadería, a la San Miguel, a dar la vuelta del perro? No importa dónde, pero sí importa cómo. Porque donde se vaya, sea a una punta del pueblo o sea al kiosco de la esquina, se saca el auto en la mayoría de las ocasiones. Claro, siempre y cuando se cuente con coche o con chata. Porque si no, existe la bici. La movilidad motora sirve para pispear quién anda por los barcitos y saludar a algún transeúnte aventurado o hasta a quien no se conoce más que de vista, tal vez sólo de cruzarse una y otra vez en la calle. Además, no vaya a ser cosa de hacer de las anchas veredas una peatonal Florida cualquiera. ¡Nooo, zi…!

Cuando cae el sol, entre la merienda y la cena, los autos salen en manada; un rebaño que repite el ritual sin sacrificio del éxtasis móvil y motor. Y quizás ésta sea la característica más propiamente urbana del pueblo. Las horas pico de la vuelta del perro, en las que los habitantes pueblan las calles en busca de sociales casuales y efímeras, tornan al tráfico de las cuadras céntricas, donde se encuentran la mayoría de los bares, en un pulular de lento rodar de coches y embotellamientos de miradas y chismes.

Ese puñado de confiterías que hacen la escenografía de fondo del paseo tienen larga historia y sirven de posta transitoria para los pobladores, según las generaciones y los horarios. La Buen Gusto es la más antigua, en la esquina de Irigoyen y Sáenz Peña. En épocas de aguantar el mostrador marmolado con una buena caña, bajo los tubos de luz blanca y la atención de mozos de fábula, supo cobijar un entrepiso con billares para enpolvar tacos. Pero luego de permanecer cerrada durante la década menemista reabrió con una lavada de cara posmoderna. Su renovado espacio de luces amarillas y cálidas sirven para las previas bolicheras de la juventud, o para el copetín pre o post cena de quienes prefieren el sedentarismo.

Gulliver es la otra confitería clásica, generalmente para un público más maduro, aunque variable, en la esquina de Irigoyen y 25 de Mayo. Permanece abierto durante la casi totalidad del día, aunque sólo haya un parroquiano acodado y encara(ma)do sobre la barra, tejiendo un garabato de baba turbia sobre la madera, al lado de su quinto scotch vacío. Es también el bar del copetín mañanero de los muchachos, antes del almuerzo, momento de jolgorio machote en el cual muy difícilmente pueda verse una mujer atravesando la puerta vaivén.

Las mesas que están en la vereda de La Buen Gusto y de Gulliver sirven de tribuna y vidriera hacia la calle (el famoso voyeurismo exhibicionista). La vuelta del perro, como decíamos, actualmente se hace sobre cuatro o dos ruedas. Y es necesario mantener el perfil hacia los paseantes para no perder ningún detalle ni la posibilidad de regalarle un adiós al muchacho o la muchacha prefijada. La automovilización del levante permite ese acercamiento fugaz que, en el caso de que no sea recíproco, se convertirá en indigna retirada con un leve apoyo del pie en el acelerador. Pero si hay un mínimo gesto complaciente de respuesta del otro lado de la ventanilla (para el cual habrá que contar con una importante capacidad de atención), no queda otra que volver a dar otra vuelta. Y así.

Pero más allá del tanteo persona a persona desde los coches hacia el exterior, también existe un momento para estacionar y entremezclarse en un espacio que sea más o menos del palo y donde haya más o menos gente acompañando el momento. Para lo cual, los autos realizan un estudiado y minucioso peritaje bartolo para estacionar en el lugar más propicio. De esta manera, se puede arribar hasta la esquina reservada para los teen, los veinteañeros y los treintañeros que se le animan a la caravana (y hasta cuarentones [a propósito, ¿no es despectivo que a partir de los cuarenta el sufijo sea tones y no añeros?]). Históricamente conocido como La Vieja Esquina, en 25 de Mayo y San Martín, después llevó los nombres de La Jirafa, Huija y, actualmente, el más atemperado El Pueblito. Ya no es el barcito-boliche que supo ser, donde tocaban bandas y se armaba el cachengue rumbero hasta eso de las cinco o seis de la matina, hora en que era necesario aprontarse para el dancing propiamente dicho. Porque la noche queda más corta que patada de chancho, y muchas veces termina a la hora de poner el lechón en el asador.

El autobar-tour ayacuchense concluye en un boliche reservado para el pueblito cumbiero, sobre la calle Irigoyen, a mitad de cuadra entre 25 de Mayo y Sáenz Peña: es el ex Las Tinajas y actual restó Tiro Loco, que, según el mito, cada tanto regala sucesos de -precisamente- tiros, líos y cosa golda. Y, sobre todo, de autóctonos facones. La estética mexicana termina de darle un aire sonorense o chihuahueño al lugar. Las supuestas trifulcas a veces generan cierto recelo entre algún que otro vecino del bar, como pudo escucharse recientemente en la fila de un kiosco. Y las clausuras no se limitan al pub mexicano-ayacuchense, sino que las sufren todos los boliches por igual, sobre todo por hechos menores. Tal vez imaginando una improbable y prejuiciosa alegoría con un bar de Ciudad Juárez donde suenan narcocorridos, acusen a Tiro Loco de albergar a los transas del pueblo y aledaños; aunque en ese hipotético caso también terminarían haciendo la vista golda. Si total nos conocemos todos.

miércoles, 23 de junio de 2010

Apuntes para volverse a ver


Se estrenó la obra de teatro Apuntes para volverse a ver, ópera prima del también actor Gonzalo Ruiz, que se puede ver todos los viernes a las 23.30 en Timbre 4. La historia describe el reencuentro de tres jóvenes que vuelven a la casa de campo donde fueron criados para enterrar a su madrastra Babila. Allí también vuelven a ver al cuarto compañero de crianza en discordia, cuya llegada había sido el factor para que el resto se fuera; mientras que él permaneció viviendo en la casa con Babila hasta entonces.

Además de recomendarla, van un par de apuntes sobre la obra, que para crítica teatral existen las y los... críticos teatrales.

Resalta la casa de campo como único escenario: se enmarca como frontera entre lo visible y lo no visible; entre lo decible y lo no decible. Regímenes que se dosifican con las miradas de los personajes que, de esa manera, tejen complicidades, odios, secretos, amores, señas de truco y preguntas que interpelan al público acerca de los orígenes opacos y el destino latente de esos cuatro hermanastros.

La frontera se impone como una línea demarcatoria a lo largo de la obra. Cruza los caracteres, marcando una división entre campo y ciudad, entre el personaje que se quedó y los que se fueron. También aparece un límite generacional, gracias al contrapunto hilarante (¿tragicómico?) e hilado por la aparición de un vecino de la casa, bien paisanazo él, que aportará al cambio de ritmo en los diálogos apasionados. Otro paso fronterizo más sutil es el de la locura y la cordura, casi llamado al silencio, a las sombras y penumbras que envuelven de a ratos la escena.

Pero tal vez la fractura más importante es la que separa al interior de la casa del exterior. Ese exterior que nunca se ve pero en el que pasan cosas, y se materializa como una invisibilidad perceptible que genera un clima tipo Lost. Ese exterior que metaforiza ausencias, un origen familiar implícito y violento, lo que no se ve pero tiene el poder ominoso para dirigir las miradas que se ramifican en el interior de la casa; miradas que sugieren historias pasadas y buscan descifrar historias presentes. Esas historias que surgen o estallan como toda la basura pasada que se barre debajo de la alfombra y fermenta, como todo inconsciente que se estimula con una damajuana de vino, como todo fantasma o aparecido que pone en duda la cordura o la realidad, como todas las cenizas que renacen para recrear una nueva constelación.

¡Vayan a verla! Acá se puede pispear el blog de la obra: http://www.apuntesparavolverseaver.blogspot.com/

Mirarse años después. Encontrar al otro. Encontrarse uno.

Un pedazo de vida compartido, un nosotros que ya no es, un hogar común y una ausencia que de a poco va envolviéndolo todo.
Querer encontrarse y ya no poder.
Mundos que se miran. Mundos que pasan de ver a lo visto y de lo visto a estar incluidos en una misma historia. Todo puede ser absurdo. O nada.
En una casa lejos, sola pero llena de recuerdos el encuentro de miradas aparentemente lejanas y distintas. Una se abre en la otra y entonces otra historia se abre paso, una escena inesperada donde ayer y hoy se funden en una nueva realidad. En una misma escena posible.
 
Con: Lorena Barutta, Nadia Marchione, Alejandro Lifschitz, Agustin Scalise e Isidoro Tolcachir.
Escenografía: Sol Soto.
Iluminación: Omar Possemato.
Fotografía y diseño: Guadalupe Ruiz.
Asistente de dirección: Maria Florencia Savtchouk.
Dramaturgia y dirección: Gonzalo Ruiz.
Viernes, 23.30 en Timbre 4. Boedo 640.
Reservas en: http://www.alternativateatral.com/ y http://www.timbre4.com/

miércoles, 16 de junio de 2010

Himno-sis futbolística

A falta de guerras y bicentenarios, el mundial de fútbol se transforma en el factor más efervescente del nacionalismo; pero sobre todo, del nacionalismo ficticio con el que se nutren países como el nuestro. Porque el Diego es un prócer que, a decir de Alabarces, marcó distintos hitos en lo futbolístico y también, paralelamente, en la construcción identitaria nacional por parte de un Estado históricamente incapaz de imprimir una tónica patriótica en su población. 

El fútbol mundializado no sólo es una herramienta política, sino también, y esto se cae de evidente, uno de los negocios más rentables para empresarios, jeques y ex futbolistas. El fútbol cotiza en bolsa. Tal vez la especulación financiera se trasladó al propio juego 2010, que tan pocos goles nos está regalando hasta ahora (además de la pelota; una de trapo es más dominable). Mucho ruido y pocas nueces. Mucha vuvuzela y poco waka-waka.

Precisamente, el equipo más efectivo por el momento es el que más jugadores nacionalizados tiene: Alemania. De los cuatro goles que hizo (de los pocos hechos por delanteros), dos fueron polacos y uno brasileño. Y esta circunstancia habla de los movimientos migratorios, de las crisis de los paises periféricos y del poder de las grandes potencias para contar con una mejor preparación y una mejor selección elaborada desde sus ligas nacionales, sostenida por grandes empresas-clubes. Es decir, que las nacionalizaciones también son un gran negocio. Messi jugando para la selección de Argentina apenas es una excepción.

Las curiosidades son incontables. Entre las apostillas con las que los periodistas deportivos rellenan el espacio de los programas dedicados al mundial (que es mucho), y que en numerosas ocasiones están vinculadas a cuestiones políticas sobre las naciones que los distintos equipos representan, podemos hacernos cantidad de preguntas. También sobre cuestiones himnóticas.

¿Cuántos chechenos o sud-osetios gritaron los cinco goles que Oleg Salenko le hizo a Camerún en 1994, jugando para la Federación Rusa, reciente descomposición federativa de la Comunidad de Estados Independientes y antes de la U.R.S.S.? ¿Cuántos saharauis revolotearon sus babuchas con el gol del marroquí Krimau a Portugal en 1986? ¿Dónde aprendió el himno paraguayo el hasta hace tres meses argentino Lucas Barrios? ¿Y Santana, que dice no sentirse paraguayo ni de lejos? ¿Cuánto de waka-waka y o-oo-ooh david-bisbaliano hay en el coreo que los hinchas argentinos hacen del himno? ¿Para cuándo el himno dentro del top ten? ¿Para cuándo un trapo con el Diego abrazando a Mariquita Sánchez de Thompson? ¿Por qué un norcoreano llora de emoción con su himno y un surcoreano hace el saludo militar con su mano en visera? ¿La selección de Catalunya o la de Euskadi le haría el ole a la española, plagada de vascos y catalanes?

En fin, qué sentirá Dejan Stankovic, por ejemplo, que se convirtió en el primer jugador en vestir las camisetas de tres países distintos en mundiales: la República Federativa de Yugoslavia en 1998, Serbia y Montenegro en 2006 y Serbia, a secas, ahora en Sudáfrica. ¿Esquizofrenia nacionalista? ¿Internacionalismo unitario? ¿Algún montenegrino cree posible volver a ver a su nación representada en otro mundial? ¿La balcanización llegará a escindir al Monte del Negro?

Posiblemente en las próximas eliminatorias encontremos más atomizaciones. Las selecciones de Flandes y de Valonia se perfilan como las nóveles reemplazantes de una Bélgica vieja y monárquica que también sabe dividir entre pobres y ricos; es decir, entre sur y norte. Hablando de belgas, acá abajo va un acertijo sencillo al respecto, a ver quién se le anima.


Diego contra todos los belgas: ¿cuál es flamenco? ¿cuál es valón?

viernes, 4 de junio de 2010

De palomas, halcones y cóndores


Luego de los juicios contra represores se prevé un reclamo de desestigmatización de las aves por parte de las sociedades protectoras de animales. Todo por la curiosa metaforización avícola que los militares de la última dictadura hicieron acerca de sus quehaceres. Dividirse entre halcones (duros) y palomas (blandos); y denominar a un operativo de desaparición forzada y traslado de personas a través de varios países de Sudámerica como plan cóndor. Una auténtica operación des-humanizante, una personificación animalesca digna de una fábula sin moraleja. Casi como, salvando las diferencias de horror, los seleccionados deportivos nacionales se valieron de los felinos.

viernes, 28 de mayo de 2010

Haití no estuvo aquí

Entre los ecos de la fastuosa celebración del bicentenario de la Revolución de Mayo, uno que todavía me repimporotea es el de la Galería de los Patriotas Latinoamericanos, inaugurada el último 25 de mayo por la presidenta Cristina Fernández en la Casa Rosada. Se trata de 24 retratos de figuras políticas de distintos países de América Latina, algunos de los cuales, hay que destacarlo, hubiera sido impensable ver expuestos en ese contexto.

No es la intención hacer una crítica sobre la selección de esas figuras, porque desde Althusser y sus aparatos ideológicos del Estado en adelante, es una perogrullada andar llorando sobre lo selectivo que puede resultar, por ejemplo, el contenido de una proyección histórica sobre el Cabildo, como clamó entre lágrimas el diario La Nación. Cualquier historia está matizada por una ideología. La que escriben los que ganan y las otras historias, a-discursivas, orales, corporales y jalonadas desde abajo por los pueblos. Algo de esas otras historias, dinámicas, en constante movimiento, comienza a filtrarse en los resquicios institucionales y, de una u otra manera (edulcorada, empalagosa o sin aderezos), aporta a la construcción del mito de las naciones latinoamericanas. De hecho, se homenajeó a personalidades que debieron esperar añares para ser reconocidas por estados a los que, en su configuración actual, tal vez hubieran combatido, como Tupac Amaru, Tupac Katari, Bartolina Sisa, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Farabundo Martí y Augusto Sandino.

Dentro de esa selección uno puede entretenerse haciendo la sub-elección que más le guste para su propio altar, porque algo de museificación también tiene. Esa diversa posibilidad de combinatoria habla menos de contradicciones que de especifidades de cada momento histórico y en cada país. Porque no es lo mismo abrazar el trinomio San Martín-Rosas-Perón, que al tridente San Martín-Evita-Ché Guevara. Lo cierto es que allí hay una diversidad amplia de pro-seres con proyectos disímiles, nacionalistas, internacionalistas, populistas, agraristas, libertarios, comunistas, indígenas, criollos. La galería, por más selectiva que sea, también tiene ausencias y omisiones que implican cuestiones políticas más actuales, como la de Pedro Albizu Campos, independentista portorriqueño del siglo XX que luchó por emancipar a la isla caribeña del control administrativo que todavía hoy ejerce Estados Unidos.

Pero quizás la omisión que trasunta un olvido más recurrente y significativo, según ya lo ha señalado Eduardo Grüner, es Haití y la cultura afrodescendiente. Dijeran Gilberto Gil (que estuvo presente en el Paseo de Julio) y Caetano: "O Haiti não é aqui". Y no, Haití no estuvo aquí, ni allí, ni ahí(ti). La primera revolución anticolonial de América Latina, propulsada por esclavos negros que tomaron las armas y dieron vuelta la tortilla permaneció invisibilizada. El 1° de enero de 1804, Dessalines proclamaba la independencia de Francia luego de casi trece años de levantamientos y batallas, alentado por las ideas que había ventilado la propia Revolución Francesa. Además, confeccionó la primera bandera e instituyó el nombre que hasta hoy lleva Haití, tierra montañosa en lengua arawak. Una nación afro enmarcada por un término indígena, que desplazó hacia oriente a Santo Domingo, hoy Dominicana. Esa gran isla que Colón había bautizado La Española, pero que antes había llevado el nombre de Quisqueya, madre de todas las tierras.


La isla que fue madre de todas las revoluciones de la Matria Grande americana hubiera merecido un homenaje más explícito. Esa galería podría haber tenido a un François Toussaint-Louverture, quien fue el iniciador, la obertura del levantamiento negro, y que luego fuera fusilado por Napoleón; o a un Jean-Jacques Dessalines, con su nombre tan jacobino y su apellido inmortalizado en el himno haitiano, La Desalinienne; o a un Alexandre Pétion, que a pesar de haber alentado el asesinato de Dessalines para controlar el poder interno, colaboró con armas y municiones en las campañas emancipadoras de Bolívar por la América de Sur. Todos generales libertadores que habían nacido esclavos.

En el marco del bicentenario, esas ausencias institucionales tuvieron un compensación en las calles. La Marcha de los Pueblos Originarios marcó un punto de inflexión en la visibilización que la nación argentina tiene de su población de raíces precolombinas. Que en nuestro país no constituye la proporción que habita en Bolivia, Perú o Ecuador, pero que, como tal, existe y pervive. Y aunque tuvo un tibio apoyo en cuestiones de políticas materiales, se hizo de un importante espaldarazo simbólico a nivel social.

Sin embargo, la cuestión afro sigue postergada, aun cuando miramos hacia atrás en conmemoraciones y festejos. Los afrodescendientes exterminados mayormente en la guerra de la Triple Alianza y durante las epidemias de fiebre amarrilla fueron protagonistas urbanos (como los indígenas lo fueron desde su resistencia territorial en ámbitos rurales y que, a pesar de su derrota, emergen hoy nuevamente) de esa fragua diversamente nacional. Una fragua plurinacional.

No se trata de una moralina, de que incluir en un homenaje oficial a indígenas, mujeres o afrodescendientes es políticamente correcto. Porque ese reconocimiento llegará haciéndose sentir y ejerciendo presión desde otro ámbito. De hecho, lo étnico estatal no es garantía de nada. Hasta la negritud como etnicidad de Estado manipuló y exterminó. El intelectual haitiano René Depestre, durante su exilio cubano en los sesenta, decía sobre el dictador François Duvalier, que éste había articulado su acción política en base a un factor étnico, instaurando lo que llamó un tipo de "negritud como fascismo antillano". Pero la etnicidad tomada positivamente como construcción política ligada a las bases y a los movimientos sociales, como ocurre por estos tiempos en Bolivia (o por aquellos de 1804 en Haití) y en otros países con los inmigrantes, constituyen gran parte de las luchas (inter)nacionales emancipadoras de hoy.

jueves, 27 de mayo de 2010

Escritores del mundo


Acá va el link de una página-blog colectivo en el que participa un amigo, con textos literarios, periodísticos, crónicas y otras hierbas. El número de este mes incluye "Ché rondamón", publicado recientemente en este blog, pero con varias modificaciones porque todo (aún) fluye: http://www.escritoresdelmundo.com/

lunes, 17 de mayo de 2010

Seso y pesca


Sabés lo que pasa, la naturaleza es sabia, si la luz viniera de allá abajo nos cagaríamos muriendo del terror. Imaginate ver en un flash toda la vida que hay debajo del agua.

Claro, esto es como una cortina de humo... de agua, bah.

Exacto, pasame un buñuelito de seso, Betty. Entonces, esto de la superficie acuática es una especie de velo, imaginate que fluoresciera... yo me hago capullo y me viste.

Es como si escucháramos el sonido ese de los perros, ese sonido mudo que los deja piolas.

Exacto. Un especie de exceso perceptivo.

Sí, sí, es como si te pasaras de rosca con la bebida o con el rapé, ¿no? Como que te gusta el trago y esnifar a piacere y mucho y mucho y... y bueno, quedás ex-seso.

Pero atendeme, ¿vos te das cuenta que sin agua la convexidad del mundo sería concavidad predominante? ¡Todo cráteres de vida pululante!

Óscar, callate y seguí pescando. Los peces se asustan si hablás de esas cosas.

Claro, tiene razón Teresa. Es como si de repente nos vieran desde allá abajo y flashearan mal, no sé, que estamos hablando mal de ellos. Igual, ya lo dijo Kusturica, los peces no piensan, los peces saben todo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Mateo

El 16 de mayo se cumplen veinte años de la muerte de Eduardo Mateo, el músico uruguayo que será recordado por haber combinado los ritmos del candombe con las melodías y estructuras de las canciones beat. En el imaginario, el inventor del candombe-beat –porque siempre se define lo nuevo como una fusión de estilos ya rotulados– y de toda la música uruguaya subsiguiente.

Luego de haber integrado el mítico Kinto, junto a Rubén Rada, a fines los años sesenta, se dedicó a la producción solista. Siempre con un tambor candombeando el fondo y los complejos acordes en la guitarra, arpegiados como en un mantra-abrazo monótono y delirante; o rasgueados siguiendo los acentos ternarios del candombe. Y su voz lastimosa, desafinada, pero tierna como la de un purrete que, según su biógrafo, respondía a un estilo de voz natural que copió de los cantos hindúes. También sus letras absurdas, minimalistas y cargadas de poesía naïf redondearon su estilo (Se va la chola / chola se va / mano saludará / qué soledad).



Aunque grabó un par de discos, entre los que se destaca Mateo solo bien se lame, de 1972, éstos salieron a la luz gracias a manos ajenas, porque se acostumbró a dejarlos a medio hacer. Luego de un período de paranoias, desocupación, psiquiátricos, estupefacientes y calabozos, en plena dictadura uruguaya, Mateo ya no volvió al mundo de la sociabilidad musical. Y allí quedó, en la calle como cuidacoches o rebuscándose un pucho entre los admiradores que lo reconocían, porque nunca perdió la lucidez, y tocando cada tanto en alguna movida colectiva para no perder las mañas.

Otro músico maldito, esa categoría que suele servir de olimpo outsider para las y los artistas bohemios, alcohólicos, drogadictos o gays, y resistidos o decididamente ignorados por el canon y la élite. Mateo era un reventado con una sensibilidad enorme al que le importaba poquísimo la fama y que los músicos y músicas de los bajofondos populares lo adularan como a un mito en vida que merodeaba las calles, barsuchos y casas tomadas de Montevideo.

***

Este verano, de paseante por Montevideo me topé con un espacio para recomendar: Diomedes Libros, en Paullier 1030 casi Bulevar España, a un par de cuadras de Parque Rodó. Una librería de usados con muchas perlitas. Ahí encontré el librito Zafiro (yo sólo quería ser el cantante de una banda de rock and roll), de Maca (Gustavo Wojciechowski), publicado por Ediciones Uno, editorial poética que reivindicaba a Felisberto Hernández y a Juan Carlos Onetti por sobre la figura pedominante de Mario Benedetti, dentro de la llamada generación del '45 uruguaya. Zafiro es una novela fragmentaria y poética de 1986 que describe a un grupo de jipi-punks que se juntan en el bar Sorocabana e intentan infructuosamente armar una banda destinada al fracaso. Y en un fragmento se topan con Mateo (quien tocó para la presentación del libro junto a Fernando Cabrera):

(...)
Así va fantasma fantoche féretramente.
Mateo que de tan solo se creyó que era 2, tras un desgarrador juego, como quien se inventa un espejo, como quien se dibuja una mujer y la ama, así se hizo 2, digo se partió.
Ambigua dualidad la tuya, de ser, al mismo tiempo limosna y flor.
Mateo, perdida luna de vez.
Como decía Horacio, cuando se largaban gorriones de ternura en los cuartos de baño.
Y vos que una vez dijiste: dejá, los locos mueren solos.
Y Horacio que continúa diciendo: y cada encuentro era un apretón de canción.
Mateo, me cacho, uh... qué macana, ¿estás en invierno? ¿ya no queda Pocitos? Uh... qué macana.

***

Uno de los temas más bonitos de Mateo es Esa cosa. Las influencias de Lennon son patentes en el arpegio (también en Tras de ti). Ese punteo que el beatle se trajo de sus zapadas con Donovan en la India, una síncopa entre los bajos y las cuerdas agudas con un color folk y melanco. Es muy curioso cómo otro músico de la hostia pagana, Elliott Smith, también influenciado hasta el tuétano por Lennon, usaba ese tipo de arpegio. Para comparar, acá primero se puede degustar Esa cosa.



Somebody that I used to know, de Elliott Smith, una variante del punteo más ritmado y climatizado con esa voz de susurro grave y desgarrado.



Julia, de The Beatles, pero en realidad de John Lennon. Como en Dear Prudence, saca a relucir el arpegio hindú-folk con firma propia.

viernes, 30 de abril de 2010

Orillas siamesas

Difícilmente haya quienes piensen que el conflicto uruguayo-argentino por la pastera finlandesa Botnia tiene reminiscencias del conflicto más general y duradero entre Oriente y Occidente. Los roles no son analógos, pero las coordenadas geográficas sí. Incluso nuestro país vecino fue un poco más allá y se autodenominó Oriental. No tanto en referencia a la Argentina -aunque por lo que se comenta en el mundo acerca de nuestro ego no estaría mal creerlo-, sino porque arrastraba ese nombre desde que los colonizadores la denominaron Banda Oriental, por ubicarse al este del Río Uruguay. Una especie de Estrecho de Bósforo, divisor de la turca Estambul y del auténtico Oriente y Occidente. Raro que nuestros próceres unitarios y europeizantes no hayan copiado la idea bautizando a la nación como República Occidental de la Argentina. Les hubiera quedado al dedillo.

Lo cierto es que la pastera Botnia contamina, como también contamina la tan mentada Papel Prensa, ubicada en el delta del Paraná y cuya maquinaria fue construida, escandinava casualidad, por una empresa finlandesa. El Río Uruguay será cuna de peces de tres ojos, como los que no viven en el Riachuelo porteño. En todo caso, los diferendos, aunque sean protagonizados periféricamente por asambleas y manifestaciones populares de uno y otro lado, son estatales y siempre marcados por intereses económicos (¿sería posible un corte del puente Avellaneda por habitantes de la Isla Maciel, en contra de una papelera construida en la ribera de La Boca?). No resulta novedoso entonces que un tribunal internacional como el de La Haya, que defiende intereses europeos, haya salvaguardado a Botnia. O que en la última Cumbre del Clima en Copenhague los estados no se hayan puesto de acuerdo en cuanto a políticas efectivas para preservar el medio ambiente.

¿Lepública Oliental del Uluguay? Peces orientales con ojos rasgados, como este karateca del barrio portuario montevideano, prometen poblar el lecho del Río Uruguay. Que el Mundial 2030 nos encuentre unidos.

Por cierto, la pica entre los pueblos argentino y uruguayo no es tan picante como resulta con otros países. Pero cuando surge, se presiente un maremoto litoral o un nuevo sitio de Montevideo. Claro que los pueblos, por más movilización que promuevan, son meros espectadores expectantes de políticas gubernamentales torpes y de penosas intervenciones mediáticas en el manejo de los conflictos. Porque la industria cultural también contamina.

El teórico palestino Edward Said estudió los modos prejuiciosos con que Occidente representaba a Oriente en distintos escritos eurocéntricos de la etapa imperialista del viejo continente (otra expresión eurocéntrica, porque es tan viejo como el resto). Esto se tradujo en ciertas formas de imperialismo cultural, es decir, en la penetración en Oriente de representaciones sobre Oriente construidas fuera de Oriente. Eso sumado a la colonización propiamente dicha, con ocupación del territorio y de los hilos de poder autóctonos. Idéntica lógica advirtieron Armand Mattelart y Ariel Dorfman acerca del mensaje que las grandes industrias del entretenimiento estadounidense, ya a mediados del siglo XX, dosificaban directamente al inconsciente de los consumidores latinoamericanos a través de personajes como el pato Donald.

Lo que pasa culturalmente hoy entre Argentina y Uruguay es una micro-analogía, que encuentra a Tinelli en lugar del pato Donald y de las percepciones de Balzac sobre Oriente, salvando las enormes distancias, claro. Lo peor de la televisión argentina invade la pantalla del Cercanísimo Oriente sin feed-back, sin doble circulación, por cuestiones de economía financiera internacional y concentración de medios. El premio consuelo para los orientales es el cupo mínimo para alguna vedettonga uruguaya en las rutilantes competencias que esos programas organizan.

Las resistencias se hacen oír desde otros canales, más marginales que los televisivos, pero no por ello menos eficaces. Como las murgas, que en los tablados contribuyen a mitigar o a hacer catarsis contra esa saturación de chatura foránea. Claro que las diferencias culturales entre uruguayos y argentinos no tienen parangón con las que experimenta un irakí con una danesa; o una californiana con un hondureño. La frontera nacional, como cualquier otra, es una ficción que impidió el anhelo de las provincias americanas unidas. Pero en nuestro caso se trata ni más ni menos que de un río simbólico, anchísimo y también contaminado, sobre todo en el lecho argentino. El Río de la Plata articula como matriz identitaria a dos orillas hermanas, casi como un órgano que une a dos siamesas, pero a las que cada tanto les pinta al petardismo fratricida para ver por dónde corta el bisturí.