lunes, 29 de marzo de 2010

Panorama editorial luego de la dictadura

* Texto escrito en 2004 para uno de los tantos proyectos de revista truncos y publicado luego en el portal de arteUna.

La suerte del mercado editorial argentino, como parte constituyente de la industria nacional, estuvo ligada a los vaivenes económicos, políticos y culturales que vivió el país a lo largo de su historia. Y en particular, el auge y la decadencia de este sector se sucedieron en un estrecho margen de diez años, en los que se pasó de la promoción estatal a la persecución sin contemplaciones.

Luego del llamado boom de la literatura latinoamericana en la década de 1960, con exponentes como García Márquez y Cortázar, la venta de libros en la Argentina tuvo su pico histórico, y con él, la industria editorial prosperó: desde grandes emprendimientos colectivos hasta riesgosas aventuras personales, pasando por la experiencia de Eudeba, la primera editorial universitaria creada en 1958. Paralelamente, los autores nacionales ampliaron su territorio en los catálogos editoriales, en las vidrieras de todas las librerías y en los kioscos de diarios y revistas, que hicieron del libro un objeto cultural de alcance masivo. Pero el momento de esplendor duró poco menos que una década, y a partir de 1968 la venta del libro de industria argentina comenzó a declinar, eclipsado por el libro extranjero de menor costo.

A su vez, las dictaduras cívico-militares instauradas en 1966 y 1976 fueron responsables, en buena parte, de la decadencia de varios de los emprendimientos editoriales. Y sobre todo la última que, como señala la hipótesis de Un golpe a los libros, de Hernán Invernizzi y Judith Gociol, articuló un proyecto que, como un trípode, se sostuvo en la reestructuración económica, la persecución política y el control cultural.

En un marco amplio, los gobiernos de facto llevaron a cabo proyectos económicos y políticos que tendieron a la apertura al mercado internacional, en desmedro de la industria nacional y la destrucción del movimiento obrero. Pero en el caso particular de los libros, dentro de un amplio y heterogéneo programa cultural, se valieron también de un aparato legal y represivo. Éste, entre otras cosas, estaba destinado a eliminar aquellas "editoriales argentinas marxistas y/o con 50% o más de obras marxistas" y aquellas que publicaran libros con ideas contrarias a la "moral y buenas costumbres" o a los "valores occidentales y cristianos". Es decir que no sólo prohibieron libros cuyas ideas iban en contra de sus intereses, restringieron su circulación y persiguieron a sus autores, sino que además apuntaron sus cañones contra las mismas editoriales que publicaron esos libros y a esos autores, en el afán de "atacar el mal de raíz".

Durante la llamada "Revolución Argentina", instaurada con el golpe de 1966 encabezado por el general Juan Carlos Onganía, se dictaron leyes que buscaban limitar las "actividades comunistas", algo que con esa definición podría parecer realmente ilimitado. El aparato estatal tuvo un papel preponderante en la censura de libros. La SIDE se encargaba de la calificación y eventual prohibición de las publicaciones que entraran dentro de esa categoría. Por otro lado, la Aduana controlaba el ingreso de publicaciones y el Correo estaba autorizado a confiscar libros "de carácter inmoral" por una ley que modificaba la antigua Ley de Correos.

Este marco jurídico continuó funcionando durante los gobiernos constitucionales de 1973-76, en cuyo período no dejó de haber persecuciones perpetradas por grupos paramilitares, aunque todavía podían oírse voces de protesta y reclamos de agrupaciones que nucleaban a escritores, editores y otros profesionales del ramo. Pero estas voces fueron amordazadas con el nuevo golpe de las Fuerzas Armadas de 1976, que a los pocos días designaron como presidente de facto al general Jorge Videla. El control estatal de la cultura impresa en esa etapa estuvo a cargo de varias dependencias gubernamentales, con una organización más eficaz que la dictadura anterior. El organismo más importante, creado especialmente para tal fin y de carácter secreto, era la Dirección General de Publicaciones. Estaba en el área del Ministerio del Interior, a cargo de Albano Harguindeguy, y contaba con un plantel de intelectuales que realizaban informes exhaustivos sobre distintas publicaciones y sugerían su eventual censura. En la esfera de ese Ministerio también se encontraba la Dirección General de Asuntos Jurídicos, cuya función era darle un marco legal a la censura.

El aparato represivo era el que llevaba a la práctica la censura, a veces con métodos contemplados dentro de las leyes que las mismas dictaduras crearon, y otras no tanto. En ambos regímenes de facto se quemaron y secuestraron libros, pero no hay comparación posible entre la violencia física que ejerció el autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional", entre 1976 y 1983, con respecto a la pretendida "Revolución Argentina". En la última dictadura la tendencia persecutoria se acentuó. Casos que se testimonian en Un golpe a los libros como la detención de Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor; la clausura de Siglo XXI, y su exilio forzado; la quema de cientos de miles de libros del Centro Editor de América Latina; y la intervención cívico-militar en Eudeba con el posterior secuestro de otros miles de publicaciones, ilustran la importancia que los gobernadores de facto le daban a la palabra impresa.

Pero este accionar contra el campo cultural tiene su correlato con el plan económico y el político. Es así que mientras se buscaba desmantelar una industria nacional y sus organizaciones, por un lado, y se mantenía una "guerra militar", por el otro, el terrorismo de estado se basó en esos criterios para llevar adelante la "guerra cultural". No es de extrañar, entonces, que entre las decenas de miles de personas detenidas-desaparecidas podamos encontrar, además de militantes políticos, obreros y estudiantes, un amplio listado de artistas, escritores, periodistas, editores y otros trabajadores de la cultura.

El panorama editorial luego de la caída de la dictadura, en 1983, era desolador. Y como sucedió con casi todos los sectores afectados en el país: a la destrucción y la desaparición comenzaron los intentos de reparación y esclarecimiento. Está claro que la prioridad fue, es y seguirá siendo la de los familiares de los detenidos-desaparecidos. Pero en el caso de los libros no existió ni se planteó la discusión sobre una política de resarcimiento por las innumerables pérdidas materiales de editores y autores. Pero sobre todo, contemplarse la pérdida simbólica irrecuperable que significó para los lectores y para el enriquecimiento de la cultura argentina en general, carencias imposibles de medir y cuyas consecuencias posiblemente se manifiestan aún hoy.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Cae la noche

Un cuentito adolescido del año del jopo
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¿Soy realmente yo?

Cuando la llovizna se hizo más fuerte y persistente, tendiendo una cortina sobre el crepúsculo, pensé con una vaga carga de convicción que era hora de marcharse. Ya llevaba cerca de dos horas apoyado contra un árbol desnudo de otoño, haciendo tiempo, creando tiempo de la nada, esperando un instante sin tiempo pero cercano.

Todo se veía más gris que en otras ocasiones. Desde la solitaria esquina del árbol pretendía ver cómo se hundiría algún sol imaginario en el río, que se encontraba más abajo por esa misma calle. Pero sólo las gotas agrietaban el agua del río, lloviendo sobre mojado. Estoicamente aguanté esas horas, sumergido en mi campera donde guardaba el pasaje.

¡El pasaje!, recordé, y lo busqué con avidez en el bolsillo, como queriendo corroborar si la realidad podía jugarme alguna broma. El pasaje estaba ahí. Mi nombre no.

Todo es gris, pensé suspirando entristecido mientras daba los primeros pasos a lo largo de la calle solitaria, y me dirigí hacia la rambla. Todo era gris.

Apoyados mis codos en la tapia que daba al río, no quité la vista de su lluvioso oleaje, tan gris como aquel día. Aquellos nubarrones cada vez más anochecidos convidaban al río de su tinte grisáceo, como vejigas de vino calamar. Un río contaminado de tristeza.

Una breve pero fuerte ráfaga de viento barrió mis pensamientos y me hizo brotar una lágrima (aunque creo que el viento fue sólo una excusa para explicar el afloje). Me di la vuelta y para no levantar sospecha alguna, eché un último vistazo a la ciudad que tanto extrañaría y tomé el primer taxi que vi hacia el aeropuerto.

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El avión toma vuelo y junto a la ventanilla observo las luces de una ciudad oscurecida de realidad nocturna. Volver con el alma fresca o marchita, eso no depende de mí. ¿Volverá a amanecer o será un invierno polar de noches eternas?

Cuando el avión atraviesa la inmensa masa de nubes diviso la luna, colgando muy quieta y sucia, observando triste y granujienta algún paisaje remoto. Recién ahí calmo mis nervios y vuelven a mi cabeza los momentos de tensión que pasé durante los trámites de migración y embarque. Pero prefiero olvidar el mal rato y estiro el cuello para ver a mis compañeros de viaje. Hacia atrás no hay nadie y por delante puedo ver tres cabezas que se asoman sobre lo respaldos de los asientos, en posición de descanso (o eso parece).

Creyendo estar más tranquilo saco del bolso de mano mi documento. El temblor de mis manos aún se mantiene, pero no sé si por temor o excitación. Lo cierto es que la realidad permite que se cuele en alguno de sus trayectos de espacio y tiempo una porción de irrealidad. O de extraña realidad. Se esfuman mis ideas como huellas en la arena removida y nuevamente encuentro el documento frente a mis ojos. Todavía con cierta sensación de miedo lo abro y leo para cerciorarme de que aún sigue escrito el nombre falso que está junto a mi foto.

LB (dic. 1999)

miércoles, 17 de marzo de 2010

Émulo marxista de Narosky habla sobre periodismo

Es difícil escribir la historia de la información por separado de la de la corrupción de la prensa. Walter Benjamin.

Majul es el De la Rúa del periodismo.

La guerra fría de la información en Argentina encuentra hoy dos bloques, desbalanceados en cuanto a recursos, pero monolíticos: el del periodismo corporativo y el del periodismo oficialista. No hay lugar para la tercera posición. Qué diría el General.

Majul, volvete a tu país.

Eso diría el General, pero éste no es un aforismo.

Las terceras posiciones son medias tintas.

Los medios tintos son el paco de los pueblos.

Majul, ¿alguna vez perdiste por puntos?

Corporaciones militar, sindical, eclesiástica. Y en los próximos manuales también aparecerá la mediática. La de la democracia del control remotísimo.

Majul es el crash dummie de la corporación periodística.

Una corporación vive de hacer negocios y sus integrantes tienen distinta pertenencia de clase.

A pesar de estar forrado en guita, Majul vendría a ser el mendigo del periodismo.

Los periodistas que escriben libros sobre políticos se terminan haciendo políticos. Majul presidente. Majul en la cornisa. Helicóptero, sopita, telenoche y a la cama.

Majul es el apócope de María Julia. Esto no viene al caso, pero me dio una idea para una definición de crucigrama.

Majul es un apócope. Esto sí es un aforismo.

Majul no cree ni en lo que él mismo dice.

Majul es víctima del mapa de la inseguridad y de la trata de persona a la que lo somete De Narváez.

Víctor Hugo debería escribir una breve historia contemporánea de la información. Podría llamarse Los Miserables.

viernes, 12 de marzo de 2010

Negras verdes bajo el sol de una bodega

La música francesa tiene íconos en cantautores como Georges Brassens o Serge Gainsbourg. Pero si hablamos de algo más parecido al rock y más cerca en el tiempo, los nombres no resultan tan conocidos por estos pagos. Mano Negra fue tal vez el máximo exponente entre las distintas bandas que se destacaron por lo heterogéneo, lo cosmopolita y una jerga migrante que enriqueció la estética y los ritmos tan típicamente circenses y coloridos de la Francia de los ochenta y los noventa. Así lo documentan, además de la banda de Manu Chao, grupos como Zebda y Les Négresses Vertes.

Esta última nació en 1987 en las calles de Paris, cruza de celta y de latino, con algún gen pincelado por un amante árabe-magrebí. Era la época en que las bandas de la Galia se separaban del canon inglés y estadounidense (llevándose varios aprendizajes punks y rockers) para abrevar de sus propios bebederos, que contaban con el inmejorable aporte de las culturas de los países colonizados por el ex imperio francés. El nombre Les Négresses Vertes, que se puede traducir como las negras verdes, lo tomaron de un insulto recibido en uno de sus primeros recitales, que aparentemente aludía a una comparación con el arte kitsch del pintor ruso Vladimir Tretchikoff (menudo insulto erudito, si la leyenda es cierta). Y por las pinturas del mentado, es fácil trazar una analogía visual con la música transcultural del conjunto.

Chinese girl, de Vladimir Tretchikoff

Los vientos y el acordeón le imprimen un carácter alegre y jocoso al grupo. Y sus visos gitanos desde la guitarra española y la percusión no tienen nada que envidiarle a la música balcánica.

Uno de sus primeros temas fue un hardcore que renegaba del bicentenario de la Revolución Francesa: 200 Ans D'Hypocrisie (200 años de hipocresía). Un título que cualquier banda anarcopunk del mundo podría trasladar a su propio bicentenario patrio, matrio o tutorial.

Les Négresses Vertes fue una destacada troupe de circo, donde cada integrante parecía tener su propio rol: presentador, domador, trapecista, mago y asistente. Helno, cantante y letrista de la banda –un personaje que parecía salido de la película Delicatessen, y si no mirar el video más abajo–, era su figura carismática. Y como tal, se encargó de completar el álbum de figuritas mítico de cualquier banda cruzada por el martirio: murió por sobredosis de heroína en 1993, a sus treinta años. Lamentablemente, porque luego de eso el grupo ya no fue lo que había sido, cual una mula vieja. Helno, precisamente, era el presentador arriesgado de la troupe, su rostro trágico, el que perdió el equilibrio sobre una cuerda vocal. Participó de los dos primeros discos, Mlah (1988) y Famille nombreuse (1991). Y la banda siguió tocando.

Acá les dejamos la canción Sous le soleil de Bodega (Bajo el sol de Bodega, auténtico trapiche al sol) incluido en el disco Famille nombreuse, el más recomendable. Es un tema con aires flamencos a lo gipsy y con una letra que recorre distintos tópicos que desde este espacio levantamos como bandera: Tonnerre de Dieu, toi Dyonisos / Bénis ma chair, bénis mes os / Aie bodege, bodega / Chante nos joies et nos folies / Aie, bodega, bodega / Tu es l’étoile de nos nuits (Trueno de Dios, tú Dionisos / Bendice mi carne, bendice mis huesos / Ay Bodega, Bodega / Canta nuestras alegrías y nuestras locuras / Ay Bodega, Bodega / Eres la estrella de nuestras noches).

¡¡A la Bodegá!!


domingo, 7 de marzo de 2010

Insomnio de novela

Aquella noche el insomnio me fue transformando poco a poco en colchón. La vigilia de mi cuerpo se derretía entre los vellones de algodón enervados y los resortes tensos, mientras mi cabeza maquinaba engranajes intentando dar con el que activaba la puerta somnífera. Cuando por fin me rendí a la batalla, me levanté y me puse a caminar por la casa oscura buscando un sueño durmiente en algún otro espacio. Lo encontré en el filo de un escritorio sobre el cual apoyé mis glúteos que, pomposos, recibieron acolchonando a la madera fría. Y sentí cómo el mueble inmóvil comenzó a relajarse debajo de mí, hombre cama, culo colchón. Me desperté acostado sobre la tabla, abrazado a ella, a sus cuatro lados mis cuatro extremidades, colchón caníbal y parásito.

En el sueño intentaba dormirme. Y para lograrlo tenía que entrar en la boca pútrida de un subte que hedía a acidez estomacal y cuyo borde interior estaba coronado por dos hileras de lápidas rotas, como dientes de cemento cementerio carcomidos por caries petróvoras. Antes de decidirme a entrar, rodeaba como un gusano labial la boca del subte; mientras, un grupo de personas comenzaba a agolparse en la entrada del hueco, con expresión latente, como si estuvieran corroborando sonidos desvelorios, un zumbido, un crujido, un latido, todos signos vitales y por eso estremecedores desde una boca oscura y muerta.