viernes, 30 de abril de 2010

Orillas siamesas

Difícilmente haya quienes piensen que el conflicto uruguayo-argentino por la pastera finlandesa Botnia tiene reminiscencias del conflicto más general y duradero entre Oriente y Occidente. Los roles no son analógos, pero las coordenadas geográficas sí. Incluso nuestro país vecino fue un poco más allá y se autodenominó Oriental. No tanto en referencia a la Argentina -aunque por lo que se comenta en el mundo acerca de nuestro ego no estaría mal creerlo-, sino porque arrastraba ese nombre desde que los colonizadores la denominaron Banda Oriental, por ubicarse al este del Río Uruguay. Una especie de Estrecho de Bósforo, divisor de la turca Estambul y del auténtico Oriente y Occidente. Raro que nuestros próceres unitarios y europeizantes no hayan copiado la idea bautizando a la nación como República Occidental de la Argentina. Les hubiera quedado al dedillo.

Lo cierto es que la pastera Botnia contamina, como también contamina la tan mentada Papel Prensa, ubicada en el delta del Paraná y cuya maquinaria fue construida, escandinava casualidad, por una empresa finlandesa. El Río Uruguay será cuna de peces de tres ojos, como los que no viven en el Riachuelo porteño. En todo caso, los diferendos, aunque sean protagonizados periféricamente por asambleas y manifestaciones populares de uno y otro lado, son estatales y siempre marcados por intereses económicos (¿sería posible un corte del puente Avellaneda por habitantes de la Isla Maciel, en contra de una papelera construida en la ribera de La Boca?). No resulta novedoso entonces que un tribunal internacional como el de La Haya, que defiende intereses europeos, haya salvaguardado a Botnia. O que en la última Cumbre del Clima en Copenhague los estados no se hayan puesto de acuerdo en cuanto a políticas efectivas para preservar el medio ambiente.

¿Lepública Oliental del Uluguay? Peces orientales con ojos rasgados, como este karateca del barrio portuario montevideano, prometen poblar el lecho del Río Uruguay. Que el Mundial 2030 nos encuentre unidos.

Por cierto, la pica entre los pueblos argentino y uruguayo no es tan picante como resulta con otros países. Pero cuando surge, se presiente un maremoto litoral o un nuevo sitio de Montevideo. Claro que los pueblos, por más movilización que promuevan, son meros espectadores expectantes de políticas gubernamentales torpes y de penosas intervenciones mediáticas en el manejo de los conflictos. Porque la industria cultural también contamina.

El teórico palestino Edward Said estudió los modos prejuiciosos con que Occidente representaba a Oriente en distintos escritos eurocéntricos de la etapa imperialista del viejo continente (otra expresión eurocéntrica, porque es tan viejo como el resto). Esto se tradujo en ciertas formas de imperialismo cultural, es decir, en la penetración en Oriente de representaciones sobre Oriente construidas fuera de Oriente. Eso sumado a la colonización propiamente dicha, con ocupación del territorio y de los hilos de poder autóctonos. Idéntica lógica advirtieron Armand Mattelart y Ariel Dorfman acerca del mensaje que las grandes industrias del entretenimiento estadounidense, ya a mediados del siglo XX, dosificaban directamente al inconsciente de los consumidores latinoamericanos a través de personajes como el pato Donald.

Lo que pasa culturalmente hoy entre Argentina y Uruguay es una micro-analogía, que encuentra a Tinelli en lugar del pato Donald y de las percepciones de Balzac sobre Oriente, salvando las enormes distancias, claro. Lo peor de la televisión argentina invade la pantalla del Cercanísimo Oriente sin feed-back, sin doble circulación, por cuestiones de economía financiera internacional y concentración de medios. El premio consuelo para los orientales es el cupo mínimo para alguna vedettonga uruguaya en las rutilantes competencias que esos programas organizan.

Las resistencias se hacen oír desde otros canales, más marginales que los televisivos, pero no por ello menos eficaces. Como las murgas, que en los tablados contribuyen a mitigar o a hacer catarsis contra esa saturación de chatura foránea. Claro que las diferencias culturales entre uruguayos y argentinos no tienen parangón con las que experimenta un irakí con una danesa; o una californiana con un hondureño. La frontera nacional, como cualquier otra, es una ficción que impidió el anhelo de las provincias americanas unidas. Pero en nuestro caso se trata ni más ni menos que de un río simbólico, anchísimo y también contaminado, sobre todo en el lecho argentino. El Río de la Plata articula como matriz identitaria a dos orillas hermanas, casi como un órgano que une a dos siamesas, pero a las que cada tanto les pinta al petardismo fratricida para ver por dónde corta el bisturí.

martes, 20 de abril de 2010

La frikeada del Ternero


El último 9 de abril, Zulma Lobato debió haberse presentado por la noche en un fogón de la Fiesta del Ternero, en Ayacucho. Pero sucesos acaecidos en la porteña Ciudad Gótica ese mismo día privaron al pueblo congregado de su tan ansiada presencia.

Fogón de la Fiesta del Ternero, Ayacucho - Exterior - Noche

Un grupete de jóvenes espera impaciente en la puerta del suburbano fogón "El loro y el ratón" a que el anuncio del pasacalle se haga carne en el asador.

Renato: Che, Zulma se está haciendo rogar, no vine desde Madariaga para esperar tres horas su show.

Ernesto: Sí, yo también le dije adiós a Las Armas por este fin de semana para ver a la Lobato, mi abuelo siempre me habló de ella. Actuó en las de Olmedo y Porcel y le decían "cintura de avispa". Si todavía la mantiene estos 60 km. van a haber valido la pena.

Teo: Más las diez cuadras que tuvimos que caminar desde la Solanet hasta acá, cada vez corren la fiesta más lejos del centro.

Miguel: Sí, bato, con lo que me gustaba mear los portales de las casas, calculo que trajeron la fiestonga para el borde del campo por eso. Se pierden del servicio de riego. Y después se quejan de la sequía.

Venancio: Igual me parece un poco... transfóbico esto de haber corrido la fiesta fuera del perímetro del pueblo, de la Solanet a la avenida Italia... justo cuando viene Zulma, ¿lo pensaron, chicos? Eso deja entrever indicios de discriminación contra las personas trans por parte del municipio. ¿Y por qué no la invitaron al palco del desfile con el intendente? ¿Y por qué no la eligen Reina del Ternero honoraria?

Ruben (irónico): Acá hay gato encerrado.

Venancio (indignado): ¡Qué machistransfóbico!

Miguel: Uh, bato, pintó Borges. Haceme el favor y volvete a la facultad con tus intelectualidades de broli. Andá, semioticólogo de postal. Miren, ahí se está juntando gente frente la casa ésa. ¡Debe estar Zulma in Love adentro! ¡Eeeh, Zulma!

El grupo de veinte personas permanece durante quince minutos mirando absorta el frente de la casa, donde no parece haber movimiento alguno.

Ernesto: Che, me preocupo, ¿les habrá pasado algo en el camino? Todo el pueblo está pendiente de este momento. Después de León Gieco, Divididos y la Bersuit creo que es la visita más ilustre de los últimos años. ¡Con lo que me gustaría ver un espectáculo de revista!

Ruben: ¡Seguís con eso! La Nélida Lobato ya pasó a mejor vida. Esta es Zulma, y todavía tenemos la suerte de poderla disfrutar. (Rascándose la cabeza) ¿A propósito, qué es bien lo que hace?

El tiempo pasa y las copas también. Luego de algunas horas amanece. El escenario es un cementerio de botellas sobre el que nuestros amigos se mueven con dificultad.

Teo (hipando a troche y moche): Shé, qué fiashco (hic) lo de Nélida Lobé, ¿Lobé era?

Renato (pensativo): Lobato in love... lo bato a baño maría... ¡je! Digo, a baño zulma.

Miguel (levantando su dedo índice mientras mea el portal de una casa): A baño nélida, bato. Lo baño a bato... (Tocando el timbre de la casa sin interrumpir el riego) ¡Señora! ¡¿Me deja pasar al baño?!

Ernesto (despertando de un sueño turbio): ¡Aujuuuum! Ey... shhhhigos, agá en el sueño be dijjjjeron que hubo bardo en Buenos Aires con la gobpañía y suspendieron el viajjjjje. Creo que hubo murra entre Juan Garlos Thorry y el cineasta Kieslowsky y el mago Mandrake. Y creo que en el sueño también estaba el hermano de Gustavito López, ése que jugaba al fútbol, y algún artista del catch más.

Mientras tanto, en Ciudad Gótica...



lunes, 12 de abril de 2010

Adiós a Las Armas


miércoles, 7 de abril de 2010

Entre el voyeurismo y la exhibición


Siempre hay una referencia literaria a alguna obra de arte u obra mayor para alimentar al carroñero texto menor. Al apocado texto bemol. Al bloguero texto residual. Así que.

Más aún si se arranca de una postal. De una Julieta de postal (y llegamos a la referencia, ahora agarrate que la bola de nieve refrita te chamusca las pestañas).

En el carnaval la historia se multiplica en serie. Y se repite como contrafarsa. Entre otros personajes, siempre puede encontrarse alguna Julieta que espera a Romeo o a Godot. Como la de la mentada imagen, que desde su platea preferencial, parece esperar impaciente los 100 goles de Romeo en San Lorenzo. O tal vez haya elegido un atalaya desde el cual atravesar con su mirada las máscaras que, sin ser venecianas sino santelminas, no dejan de recrear un carnaval de góndolas que, lejos de flotar, exhiben en su mayor fulgor supermercantil torres de latas de conserva (cfr. Las llamas que llaman y la masificación selectiva del carnaval o el carnaval como consumo). Y desde allí, decíamos, Julieta se erige en voyeur exclusiva de la multitud. Ya no hace falta flâneurearla desde un espacio público como el ventanal de un bar; podemos volver a las bases burguesas decimonónicas y reservarnos el espacio privado de las cuatro paredes para observar la multitud, allí donde las miradas se cruzan y confunden en desorden orgiástico, sin mezclarnos con ella. La multitud carnavalera, donde el régimen de lo visible expone todas sus facetas y los espectadores y los pasantes intercambian sus roles y sus miradas como figuritas. En este caso, la Julieta de arrabal parece expresar una mirada pura y panóptica, vigía pescadora que busca un crustáceo entre un cardumen de festejantes sin ojos laterales para ella.

Pero te olvidás, Juli, o Eta, como más te guste, que un eximio fotógrafo digital que por allí pasaba te captó y trocaste de voyeur a exhibicionista. Qué tensión esa, eh. Claro que exhibicionista involuntaria, no te voy a decir que estás en pose de Coca Sarli y preguntando qué pretende usté de mí. Exhibicionismo involuntario como cuando hacemos la mímica de un guitarrista de música de rock famosísimo frente al espejo (tipo guitar hero), voyeurs de nuestra propia imagen, y de repente vemos por detrás de nuestro reflejo, en una ventana del edificio de enfrente, una silueta que nos mira, seguramente divertidísima. O como cuando vamos en bondi mirando embobados el exterior, todo ojos, y en cuanto frena empezamos a sentir un peso pupilar irisado sobre nosotros, y caemos en la cuenta de que estamos siendo observados desde afuera por todas las personas que, por ejemplo, están en la hilera de la parada de turno o mirando desde el interior de otro bondi que frenó a la par del nuestro; y la balanza visual se desequilibra hacia el otro lado. ¿No captaste la comparación? Sí, muy larga. Mirá, Julieta, la cosa es que ahora sos parte de una postal que puebla la hacinada web, la densificada iconósfera (¿por ahí no pasaba el cohete menemista que iba a Japón en dos horas?). La tangente de tu mirada quedó apresada como una secante trunca, enmarcada contra la pared descascarada de píxeles que algún que otro par de ojos degustará con fruición más turbia que turbada.

Y como el régimen de lo visible, el régimen enunciativo también puede cambiar de un párrafo a otro, como en este texto chatarra.

En todo caso, quien piense que esto no fue más que una hermenéutica pedorra para ejemplificar un poco cómo algún retazo teórico también puede hacerse literaturismo barato, texto menor, en fin, la pretensión crítica enterrada en un enorme basural de palabras farragosas de tan virtuales, estará en lo parcialmente cierto. Pero por sobre todo, la risa.