sábado, 29 de noviembre de 2008

Omar, el pícaro gordito


(Hacer click en el dibujito para ver mejorcito a Pulgarcito). Ayacucho, 19-3-1999.


jueves, 20 de noviembre de 2008

Secos & Molhados

Un cuerpo felino de cuero repujado y maquillado a lo kabuki se bambolea en el escenario. Desde esa figura estilizada y andrógina brota una voz, no menos ambigua ni menos armónica. Cuerpo y voz son uno o una, según el caso. Y desde un tema beat eléctrico hasta una balada acústica, el lirismo-contorneo de esa voz-cuerpo se fusiona con quien la oye o quien lo ve, en una comunión musical que no necesita decodificación.

Ney Matogrosso, antes de Freddie Mercury, antes de Kiss, pero después de Bowie, del tropicalismo y Os Mutantes, fue el pilar de Secos & Molhados durante los dos años apoteóticos de la banda brasileña formada en 1971 por João Ricardo. En su corta vida, el grupo sacó dos discos, Secos & Molhados, de 1973, y Secos & Molhados II, de 1974, en los que João Ricardo musicalizó varios poemas de autores como Vinícius de Moraes, Fernando Pessoa, Julio Cortázar, Oswald de Andrade, y Matogrosso los recitó melódicamente, con un registro que iba del grave libidinoso hasta el falsete soprano.



Tal vez lo más sorprendente de la banda paulista haya sido su repentina masividad mercantil que la llevó a batir todos los records de ventas con su primer disco. Hasta se cuenta que la discográfica tuvo que retirar del mercado y derretir otros discos de vinilo para reeditar los de Secos & Molhados. La tapa de ese primer disco muestra las cabezas de los integrantes de la banda servidas en bandeja, en clara alusión al movimiento antropofágico modernista y tropicalista de la vanguardia brasileña. Brasil, glam, beat, poesía, dark, música acústica, Ney, trova, hippismo, setentas, antropofagia, dictadura, masividad. Una ecuación incierta.

Chingui chingui con guitarras podridas, una cuerda de violines tapando un sintetizador, composiciones clásicas con piano y guitarra, un acordeón y una flauta traversa, alguna batería, cada tanto un bajo. Los estilos son múltiples y casi no se mezclan, como lo indica el título del último tema, Toada & Rock & Mano & Tango & Etc. Pero siempre por delante, un cuerpo extravagante pone la voz, una voz envolvente pone el cuerpo. Una pluma o una rosa sirven de extensión a ese cuerpo en tránsito, mutante; y esos objetos se inscriben en el cuerpo, como en una gramática perlongheriana.



En esos dos discos, resaltan letras como Rosa de Hiroshima, de Vinícius, con las que la banda sienta su posición política. A través de una estética de cuerpos mutantes y anulados, de floras ajadas y cirróticas, la poesía de Vinícius se dirige al mundo con versos fotográficos, con imágenes apalabradas del horror: Pensem nas crianças mudas, telepáticas / Pensem nas meninas cegas, inexatas / Pensem nas mulheres rotas, alteradas / Pensem nas feridas como rosas cálidas / Mais oh! Não se esqueçam da rosa, da rosa / Da rosa de Hiroshima, a rosa hereditária / A rosa radioativa, estúpida e inválida / A rosa com cirrose a anti-rosa atômica / Sem cor, sem perfume, sem rosa, sem nada.

O Tercer Mundo, fragmento de "La Prosa del Observatorio", de Cortázar, en una versión pseudo-flamenca cantada en español. En esa letra de 1972, el escritor argentino perfila al humano posmoderno y la globalización del tercer mundo; la piel humana de la Duncan y la piel mundana de Discepolín frotándose en un baile atemporal y ubicuo: Ahí, no lejos, las anguilas laten, su inmenso pulso, su planetario giro, todo espera el ingreso en una danza que ninguna Isadora danzó nunca de este lado del mundo, tercer mundo global del hombre sin orillas, chapoteador de historia, víspera de sí mismo.

Los temas más destacados de los discos, además de los dos mencionados, son Sangue Latino, O Patrão Nosso, Fala, Flores Astrais, O Doce e o Amargo y Delírio. Muchos de estos títulos ilustran los climas de la banda, como ya dijimos, que puede debatirse alternadamente entre un rock furioso y una melodía española oscura. Pero siempre está presente el éxtasis sanguíneo, la inquietud carnal, el sonido corpóreo que, a la vez, cala el hueso como un punzón frío y deja una herida como una rosa cálida.

Ney Matogrosso se desvinculó de la banda luego del segundo disco y comenzó su carrera solista a cara descubierta, pero con la misma impronta exhibicionista, despojada e impudorosa, más mojada que seca.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Despertario

Abrí los ojos por un vértigo impulsivo que me quiso rescatar de un sueño eterno. Pero ante tanta oscuridad que me rodeaba dudé de si realmente había abierto mis ventanas al mundo. ¿Estaría viendo? Sin mover aún el cuerpo quizás tendido, quizás parado o tal vez agazapado, me invadió una incertidumbre todavía más preocupante y perturbadora: ¿me había despertado? En ese caso no recordaba ni dónde me encontraba ni qué había hecho antes de dormirme. Comencé a torcer los dedos acalambrados de las manos para que la sangre circulara y comprendí que estaba conciente después de mucho tiempo. ¿Y si mi conciencia se había escabullido por los pasadizos que conducen al inconsciente y estaba presenciando un sueño (total estoy soñando)? Pronto me sentí flotando en un espacio denso y húmedo, y mis pensamientos se tornaban más alocados ante la imposibilidad de encontrar una respuesta, al menos irreal. Reconocer el furioso sudor descendiendo por los surcos de mi cara, como indicio de realidad febril pudo haberme tranquilizado, pero continuaba levitando y ahora me rodeaban etéreos fantasmas informes sobre un fondo de negrura nunca visto, y daban vueltas en torno a mí con un zumbido que saturaba mis oídos. Estaba muy atemorizado y mis esfuerzos vanos por saber dónde me encontraba se topaban con una memoria totalmente apagada, que necesitaba un reguero de luz, o al menos una opaca claridad para tener una mínima noción. Entonces creí que estaba muerto, sí, sumergido en ese sueño eterno del cual había creído escapar en el principio de esta pesadilla. O esperando el juicio del que tanto se hablaba en el otro mundo. O esperando ocupar otro cuerpo. ¡Eso! Ahora era una pobre alma-mente que estaba en la inmensa oscuridad...

¡Pero basta de estupideces!, balbuceé forzosamente sintiendo un terrible gusto amargo y pastoso en la boca; y el sudor ya helado, recorrió mi espalda produciéndome un intenso escalofrío. Finalmente había hablado, a duras penas, pero había hablado. Ya no podía creer que sólo era un alma porque hacía rato había concebido que no había sido despojado de mi cuerpo. Mi cuerpo, que ahora sentía en su totalidad y avanzando apesadumbrado hacia un sitio incierto, entre las penumbras que ocultaban el lugar donde me hallaba. Los punzantes estoques que ahora sufría mi cabeza llegaron a tal punto que mis manos se tomaron de ella como queriendo defenderse de puñaladas inexistentes. En el sur corporal, las plantas de mis pies percibieron un piso ligeramente pegajoso, y al separarse de la superficie producían un ruido húmedo, un leve chapoteo. Segundo a segundo iba disipando un poco más las dudas aunque me faltaba dar con la más relevante: dónde estaba. Enseguida di con lo que parecía un muro y paré en seco. Era rugoso y frío, y me dio una inmediata sensación de familiaridad. Todo estaba dando un vuelco hacia la respuesta que buscaba. Casi instintivamente caminé a tientas, mejor dicho, decididamente a un lugar prefijado, donde me detuve. Me despabilé hasta que sonó la última articulación y luego de frotarme los ojos, que recién ahora notaba abiertos y materiales, descubrí una borrosa fluorescencia ante mí. Intenté alcanzarla con los dedos y, sin quererlo, presioné la tecla y me encontré bañado en luz y enceguecido debido al terrible resplandor. Cerré los ojos con todas mis fuerzas para poder vislumbrar con más claridad algo de lo que me rodeaba. Entonces vi la cama, la biblioteca, la persiana cerrada de modo tal que no entrara ni el más mínimo halo de vida exterior, y un desorden de ropa, en fin, mi cuarto. Fue cuando recordé la fiesta de la noche anterior y los numerosos vasos de ginebra ingeridos, creyendo entonces, al reconocer mi paradero, que sería bueno un baño de agua fría.

18 y 19-3-99
Ayacucho, Buenos Aires

martes, 11 de noviembre de 2008

5 de enero de 2004

Nacho se levantó primero, a las 9, y mientras el resto intentaba imitarlo, soltó una frase memorable: "No vuelvo hasta conseguir un dulce para el desayuno". Volvió al rato con una gelatina blancuzca que resultó ser grasa de chancho en boteia de agua mineral, la cual untamos al pan con ahínco indiferente. Aunque lo habían cogido de palgo una vez más, como se suele llamar al hecho de ser estafado.

La puerteamos una última y emotiva vez en la colonial ciudad de Trinidad y nos despedimos simbólicamente de los personajes del barrio: el borrasho y la limada que nos miraba fijamente en silencio de vereda a vereda. Luego de saludar a Maltica, a Iyelén y al beisbolista ausente, nos dirigimos hacia el punto de recogida, con Luciana rezagada por su tobiio lesionado. Allí esperamos a que llegara el "amarillo", funcionario que, otrora de uniforme amarillo y ahora de azul (aunque conservara su apodo original), se encargaba de anotar por orden de llegada a quienes querían viajar a dedo (hacer botella), parar a los coches que pasaban e ir depositándo a los viajantes según destino elegido. En ese momento el comunismo era todo. Luego de reservar lugar para la boteia, nos sentamos a la sombra a esperar un buen rato. Mientras los autos pasaban y el amariio se rascaba (terminó siendo un botón que ni siquiera tenía uniforme de ese color; era necesario eliminar la burocracia caminera), conocimos a la pionera estudiante de secundario que, oh coincidencia, nos vino a contar su obsesión negativa con el uniforme amarillo obligatorio, color que según ella la llevó a alejarse de los establecimientos educativos para acercarce a tareas más lucrativas (es posible que el uniforme de los amariios haya cambiado por los mismos traumas maoistafóbicos).

Cuando el sol pegaba fuelte, después del mediodía, nos paró un camión que iba directo a Cienfuegos por 10 m/n, otra vez gracias al cuento de que éramos estudiantes extranjeros y de ninguna manera turistas, oh no, ni allí. El paisaje desde el acoplado, rebosante de campesinos, era muy lindo, muy rico, pero Flor y Luc sufrieron la ausencia de vinchas para sus pelambres. En el camino subieron algunos muchachos que llevaban chanchos embolsados que trinaban, y que no parecía que fueran a jugar carreras de embolsados, sino más bien a encontrar su destino en una boteia de agua mineral para desayuno. Los bichejos invisibles y sólo audibles que nos acompañaron en el viaje a grito pelado causaron estupor en los sensibles ánimos protectores de Flor y Luciana. Por su parte, ellas fueron observadas todo el viaje por las camaradas miradas masculinas, también sensibles, y con ganas de cogerlas de palgo.

Llegamos a Cienfuegos, que nada tenía que ver con Camilo, y luego de cogel cabaio con una vieja que nos iba a conseguir lugar, sufrimos el acoso de siempre y nos hinchamos las pelotas por lo caro y dolarizado que estaba todo lo oficial-legal. Paramos a comer en el Guamá y, mientras un Nacho inusualmente pilas se movía en búsqueda de lugar para la noche, conoció a otra vieja, Irma, que no paraba de chocal palmas luego de vivar a los líderes. Flor se sumó a la búsqueda y Luciana y Luc quedaron a la espera. Allí conocieron a Alexander, un "operado del corazón" que llevaba una biblia con un dibujo del Che-Jesús, y que no paraba de abrazar a Luc con ánimos de dudosa finalidad.

Finalmente, al anochecer caímos clandestinamente, una vez más, en la casa de Wilfredo, anticomunista acérrimo. Nos cobró u$s 20 a los cuatro por lo que resultó ser un bulincico de mala muerte. Wilfredo no paró de paranoiquear: nos iba a levantar a las 5 de la mañana para salir a oscuras, sin ser vistos por la “policía castrista”. Nos bañamos y fuimos al comedor donde nos zampamos un arroz junto a su amigo Bárbaro (Bálbalo), chapa como pocos, que vestía una camisa de red que no ocultaba su panza hinchada de alcohol; y que flasheaba con Nino Bravo, la música ochentosa, Gaby Sabatini y el gol de chilena de Maradona en el ’89. Cuando se quería acordar de algo se retiraba a una mesa contigua de donde estábamos y se ponía en sobreactuada pose pensativa, con sus ojos también hinchados de etanol. Después apareció yirando un chabón que andaba merqueado por ahí y tiró la movida de la droga cubana (formas de conseguirla, poderes curativos, efectos también por demás sobreactuados), lo que generó una pelea con Wilfredo, que ya se imaginaba una temporada en las Isla de Pinos por culpa de nuestro supuesto oficio espía. Nos fuimos a acostar pero estábamos cagadicos, la casa y sus extraños moradores no nos inspiraban confianza. Una vez acostados escuchamos golpear tres veces seguidas la puelta, cada vez más violentamente. Resultó ser Bálbalo, parece que para preguntarle a Wil por el nombre de un tema que no recordaba. El dueño de casa lo cagó a pedos. Nosotros dormimos apenas un rumor.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Mangieri


Murió José Luis Mangieri a las 83 años, editor incansable y poeta, millitante político y cultural de larga data. Siempre del lado de las editoriales "contestatarias" (o como él decía, "en la actualidad las llaman alternativas"), como La Rosa Blindada y Libros de Tierra Firme, le puso el cuerpo a un trabajo que fue poco generoso con su dedicación. Allí publicó a autores de talla XL como Juan Gelman (cuando todavía era S), Raúl González Tuñón y Fabián Casas, y le abrió las puertas a muchos y muchas poetas jóvenes. Como humilde homenaje, acá un fragmento de una entrevista realizada con unos compañeros en 2005 en su casa de Floresta, para un proyecto de revista fallido. Haciendo referencia a la poesía como el "género literario de la resistencia", con sus máximos exponentes en la Guerra Civil Española y en muchos países latinoamericanos que luchaban contra el yugo militar o imperial, esto decía al respecto:
"...el problema que tiene la poesía es que se dice que la gente no lee poesía y los libreros dicen que la poesía no se vende. Yo creo que son macanas: la poesía tiene un problema. La materia prima de la poesía son los sentimientos, que es la zona oscura que con más o menos dificultad manejamos todos. En la narrativa el lector se siente cómodo porque siente que se habla del otro. Y en la poesía te das cuenta que se está hablando de uno. Porque cuando vos leés poesía te identificás con muchas cosas, habla de lo que te pasa. En cambio, la narrativa es más descriptiva. Además, en la narrativa, el lector puede pegar un bajón y levantarse, pero no se va a dar cuenta; en la poesía se te perdió un verso y se te pudrió todo, es un género implacable. Y además no hay propaganda, fijáte que en los diarios ni se comentan los libros de poesía. Se comenta la narrativa y todos sus best-sellers. Las grandes editoriales no tienen poesía."
¡Salud!

sábado, 1 de noviembre de 2008

Naïf 5 / Primer y último vivo

Una de las cuentas pendientes que sobrellevaba la banda era tocar en vivo. Nos sobraban ideas y material, pero la falta de baterista y la fiaca infantilista ("Desde el living de mi casa / voy mirando la ventana / Quiero tocar las cosas de afuera / pero hay algo que no me deja" ("Día Domingo")) que edificaba sobre malos cimientos (ver "Deconstrucción") al grupo, nos había privado de recital.

Finalmente se dio con el cumpleaños de una allegada a Naïf, quien nos invitó a tocar junto a Doris, banda amiga, en un salón palermitano. Promediaba el primaveral y terrorista septiembre de 2001 cuando la banda debutó para nunca jamás tener una réplica. Es verdad que la experiencia fue un tanto accidentada y comenzó a dar cuenta de las diferencias entre los integrantes.

En el escenario éramos cuatro y una batería solitaria que nos miraba desde atrás. Cuando tocamos "Martillar", donde la bata era indispensable, Agus debió ejecutar la intro en guitarra y luego correr gimnásticamente a darle a la chancha y el redoblante. Lean al bajo, observaba todo desde su turbante palestino, comprometido con los tiempos que corrían, una semana después de la caída de las torres. Fede golpeaba su destornillador sobre su guitarra, aunque por dentro quería golpear a Luc, que ponía cara de circunstancia frente al público, en su desorientación por la bola de ruido de la banda y el chorus y la distorsión que le habían puesto a su voz para "Un día peronista". La frutilla del postre fue justo al final, cuando tocamos "La sudestada", viejo tema de Agus, Fede y Lean (del cual hay una versión de antología cantada por este último, y que también fuera tocado por Ojos de Perro Azul). El final del tema, ruidoso y furioso como la mayoría de los de la banda, fue coronado por un leve estallido de la zapatilla donde estaban conectados todos los equipos. Un orgasmo eléctrico del que nadie se dio cuenta, salvo por la nubecilla con olor a quemado que se elevó como un efecto especial. Qué mejor manera de bajar del escenario para nunca más volver a subir. Después vino Doris y todos contentos.

***
Como regalo, aquí se puede bajar la única grabación rescatada de Martillar, realizada cuando ya contábamos con el Turco Iván en batería. Según León, el mejor tema de Naïf, en tanto "pseudochacarera sónica". El sónido es pésimo y satura porque se trata de un ensayo, así que calma chicha. Nótese cómo Radiohead nos tomó prestado el punteo para su tema "Sit down. Stand up" (Hail to the Thief, 2003).