miércoles, 30 de diciembre de 2009

sin beca no hay paraíso.

puro purgatorio, pura purga y rezo resentido.

evidentemente este año me porté cual chico malo y papanuel, que todo lo oye y todo lo ve, porque no es más que san pedro vestido de femme fatale, me dejó un denegado (con lodenzo lamas?).

sigo participando, como me enseñó santa desde las tapas de la empresa que lo procreó (pero a dios entonces lo creó la cocacola? la cocacola es el big bang? los cocacoleros son ángeles? los cocaleros demonios? evo el diablo?).

en fin, seguiré haciendo honor a mi apellido potencial.

o me haré las tetas

o lo senos

según qué me aconseje la comisión de moral y buenas costumbres

todo con tal de tener paraíso becario (paraíso?).

aguante los círculos infernales.

un embudo espiralado y fueguino
camino al polo antártico opuesto a la casa de san nicolás
(guiño, pestaña y lagaña: más conocido en el barrio paraíso como san pedro, sí, el mesmito).

todo culpa de la infeliz de nati vidal y su pantriste amigo próspero molina dosmildiego.

martes, 22 de diciembre de 2009

La posse del muertito contento


En un viejo posteo manifestamos la base surrealista en la percepción y en la expresión de todo niño y niña, la cual se va diluyendo a medida que la escuela ejerce su función normalizadora. Pero siempre quedan restos inmaculados de limadura naïf generando ruidos.

Los programas pedagógicos sobre historia, como toda historia, son construcciones de la realidad con intenciones ideológicas (del catálogo de la carrera de Ciencias de la Comunicación). Bartolomé Mitre fue uno de los ideólogos de los mitos de la historia argentina (mucho antes que Pigna), plasmados en grandes relatos que ensalzaban a próceres como San Martín y Belgrano puros, monógamos, machos y carentes de vicios.

Pero siempre, aun antes de la publicación de las obras mitristas, e incluso en la actualidad, existe una manera particular de contar la historia. Por ejemplo, en el reciente libro publicado por el Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, La Educación Pública. Del Municipio a la Nación (1857-1886), una recopilación de archivos realizada por el sociólogo Federico Basualdo, encontramos una carta del director de Escuelas del Municipio, Marcos Sastre, fechada en 1871, donde presenta el programa y el reglamento para las escuelas municipales. Allí podemos leer sobre la historia argentina, dijo, arjentina:

"6. Historia Arjentina [del primer grado]: las invasiones inglesas; revolución del año 10; proclamación de la Independencia en Tucumán; rasgos biográficos de Belgrano, San Martín y Rivadavia, con relación á los hechos históricos; Dictadura de Rosas, cruzada de Montecaseros." (Subrayado nuestro, no hay nada inintencional).

Con la consolidación del Estado-Nación argentino, el dispositivo escolar, reforzado por la Billiken, reprodujo el mito mitrista sobre San Martín durante muchos años, con algunas variaciones según el momento histórico, cincelando nuestro cerebrito virgen como si fuéramos militantes universitarios de cassette, para después reproducirlo en hojas canson perdidas porái. De hecho, todavía en la década del ochenta post-dictadura, la versión del sargento Cabral seguía haciendo mella.

Según lo hallado por este servidor en un block de uso propio de 1987, año del primer grado -y más allá de los atisbos poéticos rupturistas-, así nos dejaba la escuela:

Jose de San martin

La hoja del arbol mas lindo del mundo. nos apasiona a los argentinos como a los chilenos que es nuestro vecino. San martin creo el cuerpo granaderos a caballo. pero el problema de San martin fue que cuando callo del caballo y el caballo le aplasto las piernas a el justito venia un ingles y vino el gral. cabral tira el tiro el ingles y murio gral. cabral

muchas gracias al gral. cabral que le salvo la vida a San martin.

Terrible. Se dice que Cabral, al morir, en realidad dijo: "Muero contento porque los niños del primer año escolar me van a idolatrar como al mismísimo general don José". Pero claro, tampoco se puede subestimar la capacidad crítica que todo niño y niña ejerce, por más mínima o basada en el surrealismo naïf que sea.

Y además de los mitos históricos en los programas pedagógicos, tenemos que también el bartolo de Mitre se guardó de dejarnos una tribuna de doctrina periodística. Una doctrina que en 2009 levanta casi los mismos preceptos que el año de su fundación en 1870, así de lata. Desde el diario La Nación el nuevo ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires nos adoctrinó sobre temas de seguridad. Y quienes dijeron que la una no tiene que ver con la otra para defender los disparates de Abel Posse, no tienen un mínimo de capacidad relacional. Porque la ecuación no sólo se da por el lado de que la inseguridad se combate con más educación. Desde su propia gestión en Educación deberá lidiar con temas de seguridad. Hace quince años las escuelas no tenían seguridad en la entrada. Y hoy, uno de los reclamos docentes y de los familiares de los alumnos es que restituyan la seguridad en el acceso a algunas escuelas ubicadas en barrios de alta vulnerabilidad social, que el Pro retiró hace algunos meses. Según la perspectiva del nuevo ministro, esa seguridad debería asignarse al servicio penitenciario, para tener a la muchachadita peligrosa en escuelas-cárceles, a la manera del panóptico de Bentham.

Mientras tanto, Posse -que es proa del desembarco duhaldista en la capi, en paralelo a los rumores de saqueos decembristas que generen más sensación de inseguridad entre los vecinos porteños- se dice peronista, apelando al comodín del mazo de cartas ideológico; porque como término polisémico, el peronismo puede englobar tanto al nacional y popular como al fascista. A Posse le sobra la vergüenza ajena como para autodenominarse fascista, como hiciera el español José Calvo Sotelo, diputado monárquico muerto a manos de los republicanos días antes del pronunciamiento de Franco. Pero de tan estigmatizada que está la palabra, posiblemente no se atreva a asumirla como propia ideología.

En un artículo de La Nación del 17 de agosto de 1998, y justamente hablando del padre de la patria, exiliado y olvidado en Francia, Posse decía refiriéndose a los enemigos: "En nuestra republiqueta de gozadores, carnívoros, solo los mediocres, los atinados, mueren en la resplandeciente armonía de la clínica".

Es una suerte que la transmisión de las políticas educativas desde la cabeza ministerial hacia los y las niñas no se dé directamente a través de una correa sin mediaciones. El campo docente goza de cierta autonomía para evitar que en poco tiempo el piberío ande diciendo por ahí que el sargento Cabral murió contento en el campo de batalla porque había batido a los pobres y chorros trotsko-leninistas que se atienden en clínicas.

jueves, 17 de diciembre de 2009

¿De quién es la plaza del bicentenario?

Es indiscutible que la Plaza de Mayo es el lugar simbólico por antonomasia que distinas fracciones de la sociedad argentina eligieron a lo largo de los años como espacio para realizar demandas o apoyar a distintos gobiernos y personalidades vinculadas al poder. El libro de Gabriel Lerman, La plaza política, de la colección Puñaladas de Editorial Colihue, sirve de guía de aquellos hitos que la cultura política cristalizó en ese lugar. No es difícil consensuar que las fechas más significativas que tuvieron a la plaza como escenario fueron el 25 de mayo, el 17 de octubre, el 20 de diciembre y los 24 de marzo. Aunque también existieron movilizaciones hacia la Plaza contrapuestas al valor simbólico e ideológico que esas fechas resumen. Sin ir más lejos, las minoritarias manifestaciones que apoyaron los golpes de estado o la lamentablemente masiva de la nunca declarada guerra de Malvinas.

En cuanto a los grupos sociales exponenciales que le dieron sentido político a la Plaza de Mayo, ocupándola y habitándola, se puede mencionar primero al movimiento obrero que abrazó la política sindicalista de Perón, metonimizado en la famosa figura de las patas en la fuente; y, años más tarde, a las Madres de Plaza de Mayo, que resistieron la represión durante la última dictadura circulando alrededor de la pirámide. Las Madres en su conjunto -a pesar de las internas que sufren los organismos de derechos humanos- ostentan la legitimidad de llevar la posta a la hora de manifestarse en la Plaza, no sólo por ser nominalmente de la Plaza, sino por la extensa lucha que sostienen y el capital político que consiguieron con la Casa Rosada como fondo. Son como habitantes vitalicias.

Pero claro, la Plaza es un espacio público, y en tanto vivimos en un estado de derecho (nos guste o no), sólo el Estado tiene derecho sobre ella. Por eso puede extender un vallado que la corta en la mitad para evitar que las manifestaciones se acerquen a la casa de gobierno, como sucedió en 2001. Y tal vez, quién sabe, así como la dictadura de Videla le agregó canteros para evitar movilizaciones, en un futuro amanezca con una reja perimetral como el resto de las plazas porteñas.

Lo que sucedió el último martes 15 en la Plaza se da en un marco distinto, de abulia, fragmentación, dispersión política, pero con antagonismos marcados y falsamente dicotómicos. La Asociación de Madres de Plaza de Mayo, alineada con el gobierno, se concentró para apoyar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por las amenazas sufridas durante un viaje en helicóptero. Mientras tanto, el dirigente del MIJD (con sus banderas cada vez más amarillo pro, en función de las tierras pertenecientes al ex centro clandestino de detención Club Atlético que el gobierno de Macri le cedió a ese grupo) Raúl Castells se encuentra haciendo una huelga de hambre por los habitantes del Chaco Impenetrable. Por otro lado, y como testigos mudos, ex colimbas durante el conflicto de Malvinas que prestaron servicios en la zona continental, acampan hace meses para que se los reconozca como ex combatientes y puedan recibir un subsidio. Y, para sumar a la heterogeneidad de la concurrencia, el martes 15 se autoconvocó también un grupo de bolivianos que se manifestaban por el asesinato a manos de la policía del albañil Juvelio Aguayo, de esa nacionalidad, al que acusaban de narco, y cuyo cuerpo trasladaron en un cajón para velarlo allí mismo. La frutilla del postre la pusieron, como siempre, los medios de comunicación.

Más allá del exabrupto injustificable de Hebe de Bonafini al querer echar con insultos a los familiares que protestaban por un caso de gatillo fácil, con el argumento de que "la plaza es nuestra" y de que "ésta es la plaza de la vida, no de la muerte", el hecho se degeneró más de lo que estaba en la máquina mediática. En una especie de reedición más pequeña de lo que fue la "toma" ruralista de la Plaza a mediados de 2008 y la posterior "recuperación" por parte de las organizaciones afines al gobierno (¿el regreso decimonónico a la Plaza de[l Frente para] la Victoria?), lo de ayer fue una disputa territorial entre kirchneristas (Hebe) y antikirchneristas (Castells) por un espacio emblemático. Aunque esa disputa tiene varios antecedentes ya desde la década del setenta, cuando las dos grandes fracciones del movimiento peronista se cantaban y se tiraban alguna que otra piedra desde Rivadavia hacia Yrigoyen y viceversa. Pero convivían en la Plaza por un denominador común, curiosamente, de nombre adversativo como la primera palabra de esta oración.

Pero (¡otra vez!) volviendo al martes 15, Castells aprovechó para las cámaras la oportunidad para hacer suyo el reclamo de la familia boliviana, en vistas de que los militantes de la Asociación de Madres creyeron que el ataúd podía ser una provocación opositora. El asunto es que antes de ese encontronazo, hubo problemas entre el MIJD y las Madres por la delimitación de la Plaza y, seguramente, chispazos entre sus respectivos adelantazgos. Y en ese barullo, los medios aprovecharon su posición contraria al gobierno para denostar a Hebe y que sus dichos fueran la noticia. Sus dichos, que fueron un lamentable intento de invisibilizar un reclamo que hace algunos años, cuando no había implicancias con los gobiernos de turno y la comunidad boliviana tenía menos incidencia en el espacio público que hoy, hubiera sido mediado precisamente por los organismos de derechos humanos y levantando como otra bandera de lucha. Días más tarde se supo que los insultos se dirigían contra Alfredo Ayala, presidente de la Asociación Civil Federativa Boliviana, quien está acusado en varias causas judiciales de explotar talleres clandestinos donde trabajan personas en situación de esclavitud. Como todo grupo social, la comunidad boliviana encuentra disputas también en su interior. Es probable que Ayala se hubiera encontrado allí como representante de una de las tantas asociaciones bolivianas para apoyar a la familia Aguayo (apoyo que tal vez haya sido tan oportunista como el de Castells). Y más allá de que la trata de personas es repudiable, no existió en el momento una acusación directa al respecto contra su persona; y en el caso de que se hubiera hecho, no se puede hacer transitiva esa culpabilidad a una familia que está reclamando por un asesinato a manos de las fuerzas de seguridad estatales. Mientras tanto, la Embajada del Estado Plurinacional de Bolivia ya solicitó a la cancillería argentina que investigue el asesinato y los hechos ocurridos el martes. Y seguramente algunos puntos opacos sobre lo sucedido se aclaren con el correr de los días.

La Plaza de Mayo es un espacio de visibilización, y como tal, es el lugar que han elegido distintos grupos sociales a lo largo de la historia argentina para instalar en la esfera pública sus demandas. La comunidad boliviana en Buenos Aires recién en los últimos años pudo generar una cierta repercusión social y una visibilidad de la comunidad hacia el resto de la sociedad, con las distintas movilizaciones que protagonizaron a partir de la llamada guerra del gas en 2003 ocurrida en Bolivia, y que terminó con la caída del presidente Sánchez de Losada. En este caso que comentamos, la demanda de la familia boliviana fue desautorizada por una referente con una autoridad ganada por años de lucha y con la potestad indiscutible de desautorizar a grupos que reivindican la tortura, la represión y el terrorismo de estado (pero resulta incomprensible que lo haya hecho con este caso particular); y, como plus, la demanda quedó invisibilizada gracias a los medios, que resaltaron otros puntos de los sucesos.

Doscientos años después del 25 de mayo los colores de las divisas que alumbra la Plaza de Mayo constituyen un auténtico papel tornasolado. La disputa territorial es puramente política y se debe jugar según esas reglas, que no por eso deja de lado el posicionamiento de fuerzas a través de los cuerpos. De hecho, el espacio público se toma, se ocupa, se pelea y se gana con el cuerpo. El derecho extra-jurídico (que comienza como un desvío marginal frente al orden impuesto por el Estado) a establecerse en la plaza se ejerce con la movilización, su visibilización social y la posterior obtención de un capital político que logra instalar el tema en cuestión en la agenda política. La familia boliviana que fue a velar a su ser querido lejos estaba de pintar de negro los pañuelos de las Madres, como ocurrió con los familiares de los militares muertos por las guerrillas en los setenta, liderados por Cecilia Pando. Las Madres seguirán siendo la punta de lanza de todas las manifestaciones que busquen justicia. Las huellas de los pañuelos sobre las baldosas son indelebles. Pero no como escritura de propiedad, sino como faro para el resto de las luchas populares, por más fragmentadas que estén (y justamente, los pañuelos siempre fueron un gran factor aglutinante). Y no hablamos estrictamente de la lucha de Castells -cobijado hace tiempo por el fascismo partidario, más allá de que personifique el reclamo de personas con necesidades básicas insatisfechas-, sino de las eventuales voces de los sin-voz que toman el espacio público poniendo el cuerpo, para hacerse escuchar con un clamor pelado de justicia o con una denuncia contra los atropellos del Estado, en el vórtice del remolino urbano y mediático.

Apostillas mediáticas sobre el caso:

-Los medios masivos de comunicación, en su mayoría contrarios al gobierno, resaltaron el dislate de Hebe de Bonafini. Todo se redujo a un enfrentamiento entre ella y Castells. Mientras tanto, el caso de gatillo fácil quedó solapado. Una vez más. Como muestra, TN recién al día siguiente puso al aire una nota filmada el 12 de diciembre informando sobre el asesinato del albañil boliviano a manos de la policía, "para que la gente sepa" el origen del "conflicto Hebe-Castells". Si no, difícilmente lo hubieran pasado al aire.

-C5N es el canal de cable de Daniel Hadad, al que accedió gracias a un acuerdo con el gobierno de Néstor Kirchner. Pero es evidente que el acuerdo fue que el canal se comprometía a no criticar la marcha de la economía del gobierno, a cambio de poder decir lo que se les cantara en materia de derechos humanos. Por ejemplo, cubren cuanta marcha organiza Pando y retrataron historias de vida de [gabis, fofós y] miliquitos "caídos durante la guerra antisubveriva". En este caso, mientras filmaban lo sucedido el 15, Eduardo Feimann decía -regalón de epítetos- que por ahí andaba "el parricida Schoklender"; y tomó como fuente para que contara lo ocurrido a Raúl Castells. Éste, más allá de la alharaca que hizo del cruce con la titular de Madres, elogió a Schoklender por haber calmado los ánimos y negociado la delimitación de la Plaza (el fascista Feimann refunfuñó por lo bajo). Y cuando terminaba la entrevista ambos cruzaron este saludo para la posteridad surrealista:
-Buenas tardes, Raúl. Usted sabe que lo estimo.
-Gracias, Eduardo, me siento honrado por su respeto.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Novela esquirlada

Había una hora de luz natural blanquecina en que despertaba del sueño pero mi cuerpo no. Era una masa de puro calambre. Así que esperaba mirando el techo e intentando recordar hechos de mi pasado que hacía mucho no traía a cuento mental. Hasta que sentía el ácido pirúvico discurriendo nuevamente por mis venas, veía mi brazo zombi moverse sobre mis ojos y me levantaba pesadamente. El cuerpo necesitaba estimularse. Nada de alcohol y drogas, que me cadaverizaban aún más y que sólo me servían de excusa para hacerme el rocker con mis amigos. Mucho más saludable era salir a caminar por la calle Paso a ver pasar encima de mis ojos los carteles de rubias siliconadas (¿o eran muñecas barbies con injertos de carne?) cubiertas con paños sietemesinos, para que me entrara el calor por algún poro. Pero qué, resultaba que los putos poros se me clausuraban y la ósmosis libidinosa no llegaba a producirse, como si mi piel fuera la de un muñeco barbie, purulenta de plástico. De esa manera continuaba impávido por las calles de Once, ese número de barrio tan poco capicúa, pero tan parecido a un boleto colorido de bondi de la era pre-maquinal.