martes, 9 de noviembre de 2010

Mundo auricular

En el mundo auricular de Maite predomina la pulsión sonora. No hay interferencias con el resto de material sensible no-audible que pugna por ser mínimamente atendido. Un auténtico mundo headphone, en su afán de reducir sílabas y alimentar la jactancia anglófona. Mundo que absorbe y ensoberbece, absorberbece más su mirada perdida, pero altiva, dentro del coche del subte plagado de cuerpos. Su cono visual se despliega al ritmo de ese sonido que nadie percibe, pero cada tanto Maite se descentra y su mundo se proyecta al peligro. Su mirada se pasea por el cuello mal afeitado del hombre que se balancea a su lado: se hunde en el pliegue de la papada, se soba de sudor hasta el ahogo y se pincha con los cardos filosos que amenazan cegarla. Pero es hábil y elude los peligros del desierto poroso. Apenas inclina un poco su cabeza y su caricia visual, imbuida en sinestesia, contaminada de una escucha enigmática, enfoca una pollera primaveral que la invita a apoltronarse y descansar un momento, a falta de otro sostén firme en la marea subterránea. Mientras tanto, el oleaje chirriante y chispeante de metal rielado queda relegado en un segundo plano sonoro, inaudible en el mundo auricular de Maite.

Pasan las estaciones, pasa la vida y Maite impasible contempla, abstraída y absorta en su audiencia, el paisaje de cuerpos concretos que salen y entran del coche como faena enlatada y liberada alternadamente. Cuerpos que se sientan y se levantan sin ruido alguno, embarcados en movimiento alguno; abarcados en mirada una, en oídos ningunos.

Toda ojos ahuecados, el mundo que la rodea se detiene. Pero alguien se pone frente a ella y parece llamarla, preguntarle, mirarla, gritarle, lamerla, insultarla. Maite se mantiene en su lugar y no dice palabra; apenas dice, con pena, silencio.

Y lo que dicen sobre ella, las palabras que la escupen y la vomitan y le cubren el cuerpo mudo de una viscosidad que chorrea su superficie transparente, es absorbido con la soberbia de quien, en su mundo auricular, en su aura ocular, sólo escucha, también, silencio.

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