jueves, 6 de mayo de 2010

Mateo

El 16 de mayo se cumplen veinte años de la muerte de Eduardo Mateo, el músico uruguayo que será recordado por haber combinado los ritmos del candombe con las melodías y estructuras de las canciones beat. En el imaginario, el inventor del candombe-beat –porque siempre se define lo nuevo como una fusión de estilos ya rotulados– y de toda la música uruguaya subsiguiente.

Luego de haber integrado el mítico Kinto, junto a Rubén Rada, a fines los años sesenta, se dedicó a la producción solista. Siempre con un tambor candombeando el fondo y los complejos acordes en la guitarra, arpegiados como en un mantra-abrazo monótono y delirante; o rasgueados siguiendo los acentos ternarios del candombe. Y su voz lastimosa, desafinada, pero tierna como la de un purrete que, según su biógrafo, respondía a un estilo de voz natural que copió de los cantos hindúes. También sus letras absurdas, minimalistas y cargadas de poesía naïf redondearon su estilo (Se va la chola / chola se va / mano saludará / qué soledad).



Aunque grabó un par de discos, entre los que se destaca Mateo solo bien se lame, de 1972, éstos salieron a la luz gracias a manos ajenas, porque se acostumbró a dejarlos a medio hacer. Luego de un período de paranoias, desocupación, psiquiátricos, estupefacientes y calabozos, en plena dictadura uruguaya, Mateo ya no volvió al mundo de la sociabilidad musical. Y allí quedó, en la calle como cuidacoches o rebuscándose un pucho entre los admiradores que lo reconocían, porque nunca perdió la lucidez, y tocando cada tanto en alguna movida colectiva para no perder las mañas.

Otro músico maldito, esa categoría que suele servir de olimpo outsider para las y los artistas bohemios, alcohólicos, drogadictos o gays, y resistidos o decididamente ignorados por el canon y la élite. Mateo era un reventado con una sensibilidad enorme al que le importaba poquísimo la fama y que los músicos y músicas de los bajofondos populares lo adularan como a un mito en vida que merodeaba las calles, barsuchos y casas tomadas de Montevideo.

***

Este verano, de paseante por Montevideo me topé con un espacio para recomendar: Diomedes Libros, en Paullier 1030 casi Bulevar España, a un par de cuadras de Parque Rodó. Una librería de usados con muchas perlitas. Ahí encontré el librito Zafiro (yo sólo quería ser el cantante de una banda de rock and roll), de Maca (Gustavo Wojciechowski), publicado por Ediciones Uno, editorial poética que reivindicaba a Felisberto Hernández y a Juan Carlos Onetti por sobre la figura pedominante de Mario Benedetti, dentro de la llamada generación del '45 uruguaya. Zafiro es una novela fragmentaria y poética de 1986 que describe a un grupo de jipi-punks que se juntan en el bar Sorocabana e intentan infructuosamente armar una banda destinada al fracaso. Y en un fragmento se topan con Mateo (quien tocó para la presentación del libro junto a Fernando Cabrera):

(...)
Así va fantasma fantoche féretramente.
Mateo que de tan solo se creyó que era 2, tras un desgarrador juego, como quien se inventa un espejo, como quien se dibuja una mujer y la ama, así se hizo 2, digo se partió.
Ambigua dualidad la tuya, de ser, al mismo tiempo limosna y flor.
Mateo, perdida luna de vez.
Como decía Horacio, cuando se largaban gorriones de ternura en los cuartos de baño.
Y vos que una vez dijiste: dejá, los locos mueren solos.
Y Horacio que continúa diciendo: y cada encuentro era un apretón de canción.
Mateo, me cacho, uh... qué macana, ¿estás en invierno? ¿ya no queda Pocitos? Uh... qué macana.

***

Uno de los temas más bonitos de Mateo es Esa cosa. Las influencias de Lennon son patentes en el arpegio (también en Tras de ti). Ese punteo que el beatle se trajo de sus zapadas con Donovan en la India, una síncopa entre los bajos y las cuerdas agudas con un color folk y melanco. Es muy curioso cómo otro músico de la hostia pagana, Elliott Smith, también influenciado hasta el tuétano por Lennon, usaba ese tipo de arpegio. Para comparar, acá primero se puede degustar Esa cosa.



Somebody that I used to know, de Elliott Smith, una variante del punteo más ritmado y climatizado con esa voz de susurro grave y desgarrado.



Julia, de The Beatles, pero en realidad de John Lennon. Como en Dear Prudence, saca a relucir el arpegio hindú-folk con firma propia.

3 comentarios:

Esteban Valesi dijo...

Interesantísimo post, chavón. El paralelismo entre los arpegios de Mateo y ES me hizo colgar un rato. Fijate la técnica de arpegiar estilo Merle Travis (travis fingerpicking); Don Eliott la usa siempre en sus temas.

Saludos!

Luc Pierrot dijo...

Muy bueno el dato, MagPhantom. El arpegio de hecho es una mezcla entre hindú y folk yanqui. Y Elliott supo ser un gran folk star. That's all, folks.

Anónimo dijo...

ExElente post! Uno de los temas que mas me gusta de Mateo.
Te dije que aguantaras con dar el dato de la libreria!!! La porteñada la va a saquear!!!

cuervo rojo