martes, 21 de octubre de 2008

Somnio de Novela

Algo se me cae de la mano y se rompe en el piso.

Pero no tengo ganas de abrir los ojos, se está tan bien así. Los ángulos del cuadro pintado debajo de mis párpados son realmente estimulantes para el abandono del cuerpo, me trasladan al momento mismo de mi nacimiento, cuando todo era negro, inmemorial, vacío de sentido.

Algo se me encaracola y esquirla la caparazón

En pleno asalto, Emilia me saca a bailar con nuestros doce años: está vestida de hawaiana y me tiende su mano con una sonrisa, pero mi machismo y suficiencia púber no pueden soportar esa escena: ¿una mujer sacando a un varón? Busco la complicidad de mis amigos con los que estábamos hablando de Freud para reírnos de la situación, para no mancillar mi orgullo, para evitar la vergüenza, y los pibe me salvan las papas con carcajadas e índices humillantes. Emilia vuelve a su silla solitaria con una mezcla de tristeza y bronca.

Algo se sedimenta en mi devenir y astilla la bola de cristal.

Ese momento marca un antes y un después. Un antes feliz e ingenuo; un después de arrepentimiento y desesperanza. La oportunidad... La oportunidad no es más que un instante que nos toma desprevenidos, un bondi que pasa sin que levantemos el brazo para pararlo porque el pucho está muy rico y creemos que vendrá otro muy pronto. ¿Y si lo paro y subo? ¡Ey! ¡Pará, la concha de tu madre! ¡Ey! Sí, eso es. El bufido de la puerta tranquiliza mis bufidos pulmonares y subo los tres escalones con mi ropa chorreando lluvia.

Algo se me seca en la boca y se quiebra como el hielo.

El colectivo está repleto de pasajeros, está Eduardo haciendo morisquetas al espejo del conductor, y hay indios recién salidos de la Billiken, y están mis amigos de la secundaria jugando al teto, y está Genaro con un molino de viento atado a una correa. Pero yo no quería subir a este bondi, ¿a dónde me lleva? ¡Chofer! ¡Pero si soy yo el chofer! ¡Y no sé manejar!

Algo se esfuma en mi mente y parte al sueño en dos.

***

Insomnolescencia

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