miércoles, 17 de diciembre de 2008

Pleonasmo



Como un émulo de la epidemia de olvido que asoló McOndo, en Cien años de soledad, y su consiguiente panacea escritural y cartelística para estimular el recuerdo de las palabras que nombraban las cosas, un palafito (esas casas con pilotes sobre el agua) de Castro (Cascho), en la isla de Chiloé, Chile, bienvenía e invitaba de esta manera a inmiscuirse en sus entrañas. La tiranía de la palabra a veces amordaza a las cosas. Pero aun cuando no dice nada, o bien, aun cuando no agrega conocimiento a lo que resulta evidente a los ojos (por qué no un "Pasen y vean"), hay sentencias que nos interpelan. Y nos hacen sacar fotos (-Como te contaba, Trudi, ayer le saqué una foto a una sentencia). La obsesión por la clasificación positivista renace al calor del olvido que impone la realidad virtual sobre las cosas de carne y hueso, y sobre las casas de chapa y pintura, como si fueran carpetas del escritorio de Windows con su debido nombre debajo. Pero igual, qué regio que queda ese cartelito, ¿no? Tal vez un "Esto no es un palafito" al lado y chiche bombón.

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