sábado, 5 de diciembre de 2009

Novela esquirlada

Había una hora de luz natural blanquecina en que despertaba del sueño pero mi cuerpo no. Era una masa de puro calambre. Así que esperaba mirando el techo e intentando recordar hechos de mi pasado que hacía mucho no traía a cuento mental. Hasta que sentía el ácido pirúvico discurriendo nuevamente por mis venas, veía mi brazo zombi moverse sobre mis ojos y me levantaba pesadamente. El cuerpo necesitaba estimularse. Nada de alcohol y drogas, que me cadaverizaban aún más y que sólo me servían de excusa para hacerme el rocker con mis amigos. Mucho más saludable era salir a caminar por la calle Paso a ver pasar encima de mis ojos los carteles de rubias siliconadas (¿o eran muñecas barbies con injertos de carne?) cubiertas con paños sietemesinos, para que me entrara el calor por algún poro. Pero qué, resultaba que los putos poros se me clausuraban y la ósmosis libidinosa no llegaba a producirse, como si mi piel fuera la de un muñeco barbie, purulenta de plástico. De esa manera continuaba impávido por las calles de Once, ese número de barrio tan poco capicúa, pero tan parecido a un boleto colorido de bondi de la era pre-maquinal.

2 comentarios:

Esteban Valesi dijo...

Once como boleto colorido de bondi de la era pre-maquinal.

...metáfora clavada en el ángulo y gol...

Paz Tyche dijo...

que heav