miércoles, 24 de marzo de 2010

Cae la noche

Un cuentito adolescido del año del jopo
...............................................................

¿Soy realmente yo?

Cuando la llovizna se hizo más fuerte y persistente, tendiendo una cortina sobre el crepúsculo, pensé con una vaga carga de convicción que era hora de marcharse. Ya llevaba cerca de dos horas apoyado contra un árbol desnudo de otoño, haciendo tiempo, creando tiempo de la nada, esperando un instante sin tiempo pero cercano.

Todo se veía más gris que en otras ocasiones. Desde la solitaria esquina del árbol pretendía ver cómo se hundiría algún sol imaginario en el río, que se encontraba más abajo por esa misma calle. Pero sólo las gotas agrietaban el agua del río, lloviendo sobre mojado. Estoicamente aguanté esas horas, sumergido en mi campera donde guardaba el pasaje.

¡El pasaje!, recordé, y lo busqué con avidez en el bolsillo, como queriendo corroborar si la realidad podía jugarme alguna broma. El pasaje estaba ahí. Mi nombre no.

Todo es gris, pensé suspirando entristecido mientras daba los primeros pasos a lo largo de la calle solitaria, y me dirigí hacia la rambla. Todo era gris.

Apoyados mis codos en la tapia que daba al río, no quité la vista de su lluvioso oleaje, tan gris como aquel día. Aquellos nubarrones cada vez más anochecidos convidaban al río de su tinte grisáceo, como vejigas de vino calamar. Un río contaminado de tristeza.

Una breve pero fuerte ráfaga de viento barrió mis pensamientos y me hizo brotar una lágrima (aunque creo que el viento fue sólo una excusa para explicar el afloje). Me di la vuelta y para no levantar sospecha alguna, eché un último vistazo a la ciudad que tanto extrañaría y tomé el primer taxi que vi hacia el aeropuerto.

***

El avión toma vuelo y junto a la ventanilla observo las luces de una ciudad oscurecida de realidad nocturna. Volver con el alma fresca o marchita, eso no depende de mí. ¿Volverá a amanecer o será un invierno polar de noches eternas?

Cuando el avión atraviesa la inmensa masa de nubes diviso la luna, colgando muy quieta y sucia, observando triste y granujienta algún paisaje remoto. Recién ahí calmo mis nervios y vuelven a mi cabeza los momentos de tensión que pasé durante los trámites de migración y embarque. Pero prefiero olvidar el mal rato y estiro el cuello para ver a mis compañeros de viaje. Hacia atrás no hay nadie y por delante puedo ver tres cabezas que se asoman sobre lo respaldos de los asientos, en posición de descanso (o eso parece).

Creyendo estar más tranquilo saco del bolso de mano mi documento. El temblor de mis manos aún se mantiene, pero no sé si por temor o excitación. Lo cierto es que la realidad permite que se cuele en alguno de sus trayectos de espacio y tiempo una porción de irrealidad. O de extraña realidad. Se esfuman mis ideas como huellas en la arena removida y nuevamente encuentro el documento frente a mis ojos. Todavía con cierta sensación de miedo lo abro y leo para cerciorarme de que aún sigue escrito el nombre falso que está junto a mi foto.

LB (dic. 1999)

2 comentarios:

rosina bb dijo...

Hola Luciano. Después de varios meses, hoy es la primera vez que entro en tu blog. Me lo debía. Y en el medio fueron varios saludos para vos, vía señoras en común. Me alegra que lo mantengas, porque está muy bueno. Curiosas tus percepciones de las Llamadas. Que no son lo que eran, es cierto. Con unos diez años estuvo en el Medio Mundo, y lo recuerdo como en blanco y negro... curioso también ¿no? Te dejo un abrazo. Rosina

Luc Pierrot dijo...

Gracias, Rosina!
Me llegaron tus saludos y aprovecho para retribuirlos.
Qué loco lo que decís del Medio Mundo, se ve que el blanco y negro fotográfico surte un gran efecto en la memoria, aun por sobre los propios recuerdos; hay lindas fotos del lugar. Y lo de las llamadas, sí, son percepciones, pero depende de cómo uno se involucre y las vivencie.
Un abrazo, y tal vez nos crucemos donde M&M.