martes, 5 de agosto de 2008

Bicentenario poético


Nada de patriótico tiene este llamado a la festividad que se avecina. El próximo enero se cumplen dos centurias del nacimiento del más trovadicto de los escritores. Y tamaña anticipación apunta a juntar voluntades para festejar y homenajear a Edgar Allan Poe como se lo merece: así que a cultivar amapolas y fermentar el amontillado.

Desde este espacio dado a los aniversarios y efemérides, detector de potenciales excusas para el descalabro extático, queremos advertir sobre el natalicio del padre del relato breve (o de la crónica, ese cruce entre literatura y periodismo que tanto le gusta citar a Aníbal "Henry" Ford), creador de tópicos modernos e inspirador de tantos postreros y postreras escribas, musicantes y demás artistas.

Pierrot podría haber sido tranquilamente su personaje, un posible émulo de William Wilson; o bien una satírica imagen de su propia vida, tan lunar y loco, tan romántico y etílico, tan carnavalesco y doble, tan melancólicamente darki. Tan integrante de la banda de los corazones solitarios de Sargent Pepper. Tan flâneur en la multitud.

Salvando su ideología sureña por adopción en la Norteamérica presecesionista -y por ende esclavista-, rescatamos su pluma de ave nocturnal que planeó sobre paisajes y temporalidades extravagantes (como Lovecraft, zarpado cultor de las letras de terror cósmico y subsidiario de Poe, pero tremendo hijo de puta). En fin, un tipo que fue consecuente con el ideal romántico, enfermizo, autodestructivo y enamoradizo de los fantasmas.

Las fichas ya están sobre la mesa. Desde aquí levantamos nuestros trapos: "La verdad sobre el caso del señor Valdemar", "El gato negro", "Manuscrito hallado en una botella", "Ligeia", "La máscara de la Muerte Roja" y el sanlorencista y canónico poema "El cuervo".

1 comentario:

Anónimo dijo...

plac plac plac plac. Pereyra lo hubiese publicado en sus necrológicas.


El Cuervo