lunes, 17 de diciembre de 2012

Cuando sea grande quiero devenir

Cuando me llaman ya casi ni me doy vuelta. Puede que sea porque me llaman muy pocas veces, porque no tengo muchos amigos. A veces pienso que no me llaman a mí. De hecho, no siento que me estén llamando. Pero si no contesto a mi nombre no es por que lo haga a propósito, es que me dicen ¡Ey Julián!, y yo pienso que le hablan a otra persona. Como todos en mi casa me dicen Juli… Además casi que no me gusta hablar con mis amigos, y siempre que me llaman es para molestarme. Y tampoco me gusta mi nombre entero. Yo por ejemplo a veces me llamo ¡Ey Juli! de espaldas al espejo, pero ahí sí me doy vuelta. Creo que nadie me ve, bah, la chica del espejo sí. Yo la miro un segundo, pero me doy vuelta rápido. Es muy divertido, apenas llego a verla sonreírse.

Papá Noel también me pone Juli en los regalos cuando viene. Aunque nunca me traiga lo que le pido. No sé por qué hace eso. ¿Para qué le escribo cartas entonces? Sólo porque mis papás insisten. Tal vez no quiere ser mi amigo tampoco, o no recibe mis cartas, claro, tiene mucho trabajo.

La última navidad fue igualita a todas, salvo al final. Ya había pasado todo lo importante, comimos, vino Papá Noel y abrimos los regalos (y una vez más no me trajo lo que le pedí). Mil veces le dije que no me gustan los autos y esta vez me trajo un camión más grande que yo, con control remoto y remolque. Toda mi familia me miraba esperando a ver qué decía, prestándome mucha atención. Pero no me sale mentir y no dije nada. Dejé el camión a un costado y me senté de nuevo en la mesa con el resto de la familia. Para mí se había acabado todo esto de la navidad, pero como no quería ir a dormir hasta que mis papás decidieran que nos vayamos a casa me quedé sentado con todos los grandes. Hasta que mi tía me vio aburrido.

-A ver, Juli, ¿qué querés ser cuando seas grande?

-Mujer.

Papá tosió mucho, mucho, y se escuchó un vaso roto. Todos se levantaron a ayudarlo. De repente ya nadie me dirigía la atención, como hasta hacía un ratito. Es más, no tuve tiempo de decir que quería ser la chica del espejo de casa, toda vestida con ropa de mujer y maquillada. Creo que lo que dije fue algo malo o que a papá le hizo mal, porque el resto no dijo nada. En realidad, no me dijeron nada por mucho tiempo. Ni cuando fuimos en taxi al hospital y mamá y mi tía me abrazaron fuerte durante todo el viaje.

En el hospital estuvimos mucho tiempo, yo me desperté y era de día. Entonces vino una enfermera muy blanca con su ropa y sus dientes que sonreían. Dijo que papá estaba bien, qué suerte, yo le dije que le mandara un besote grande de su Juli, porque mamá y mi tía no querían que lo fuera a ver porque decían que estaba delicado.

La enfermera se fue y me la quedé mirando un rato. Después le dije a mi tía:

-En realidad, tía, cuando sea grande quiero ser enfermera.

Se escuchó toser a alguien al fondo del pasillo.

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